Si volviera a nacer
Volvería a repetir los desaciertos que me llevaron a las certezas que
diseminaron semillas de esperanzas. Volvería a colocar flores secas en el
jarrón del vestíbulo de mi corazón para sentirme acompañado por semejantes
sentires a los míos. Cogería con las manos vacías las rosas de diciembres
ignorando a las espinas que me culpaban de usurpador de nubes. Saldría a la
calle para cantar alegrías a los oscuros que se olvidaron de su existencia al
mimetizarse con los grises que les rodearon. Flotaría sobre los barros para no
perturbar las huellas que aquellos cansados pasos esculpieron de desengaños
como esculturas ajadas que ni los parques extrañan. Correría tanto que no me
desplazaría lo más mínimo por habitar en la dicha que me vino al tenerte,
soñarte, saberte. Batiría palmas para alejar a los fríos que buscasen ilusos el recogimiento del alma en el cesto
del silencio. Si volviera, volvería a recorrer el camino a tu lado por haber
encontrado la orientación que nunca sospeché necesitar. Nacería en primavera
para acompasar el regreso de las flores a los campos renovando las siembras de
tristezas por las estepas del miedo. Y reiría, sí, reiría, y reiría otra vez, y
mil veces más hasta que la locura fingiese raptarme a los ojos de los demás. Bendita
locura que nace de los espacios compartidos por el placer de la necesidad.
Reanudaría aquello que quedó por acabar para volverlo a dejar sin terminar y
alargar su presencia compañera. Daría la vuelta ante aquel que buscase el
enconamiento agreste que la soberbia ensalza; le daría por vencedor, así, sin
más, para que su orgullo le anunciase ante los otros como poseedor del cetro
absurdo. Volvería a ser el pez que nadase en la pecera de sueños sabiendo que
la transparencia de las aguas espejaría mis cambios de rumbo. Arañaría los
cristales para desgastar las uñas y evitar heridas innecesarias a quienes
quiero y de los que recibo lo que no merezco. Y en los maullidos, escondería
las lágrimas que se me pudiesen presentar; diría que el viento gélido atizó con
fuerza sobre mis ojos y así la lástima no viajaría conmigo. Lloraría tanto
hacia dentro que la costumbre llegaría a convertirse en virtud de la que no sentirme avergonzado.
Si volviera a nacer, os lo aseguro, volvería a pensar que merecería la pena seguir
los dictados verídicos que nacen de las ilusiones. Pero sobretodo, creedme, si
volviera a nacer, volvería a repetir los errores. Sería cruel saber que existen y nadie les hace
caso.
Jesús(defrijan)
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