1. Arantxa M.
Por fin reconocí a quién me recordaba su cara
cuando pasados unos meses alcancé tal certeza. Evidentemente, era su clon y
solamente era cuestión de esperar para comprobar si su modo de hacer se
asemejaba. Cargaba y sigue cargando sobre las tapas azules que la escudan el
legado del conocimiento a transmitir como si los Nematodos exigiesen
perpetuidades. Ella, que tan acostumbrada está a los vientos del valle que la
acunan, fluye desde la discreción apostando por las comprensiones y compasiones
de los más desvalidos. Les tiende el cabo al que han de asirse con la esperanza
perpetua del auxilio preciso. Goza de las ocurrencias filosóficas que le vienen
de sopetón intentando disimular la carcajada que convertiría en ineficaz la
reprimenda. Vive siguiendo el compás de las castañuelas que marcan el ritmo de la
entonación de la décima letra camuflada en mitad de las bandurrias afinadas.
Reconoce el valor de la ironía batiendo sin pudor los maxilares si llega el
caso. Poco importará si la popa y la proa se han cambiado los papeles desde el
descuido del sueño. La naturalidad ocupará el puesto que le ceda el error que
será el antepenúltimo. El rigor dará paso al aplauso si de la bóveda celeste se
desprende de un inacabable viaje hacia el infinito y más allá. Tiene clara conciencia
del valor de sus pilares y se abre a la crítica si de ella consigue extraer el
aprendizaje. Posará ante el objetivo con la seguridad que otorga reconocerse en
los que custodian su vida y fundirá en agua los nombres diluidos que están de
paso. Si la veis enfrascada en sus cosas, pasad haciendo el ruido que os
plazca. Su concentración superará cualquier intento de perturbación y de la manzana
mordida conseguirá la sabiduría nacida para ser ofrecida. Levantará ángulos a
la vez que las perspectivas lograrán encontrar el punto de fuga más cerca de lo
que se podría suponer. Y mientras tanto, desde su imaginario descapotable
conducirá las rutas secundarias evitando los áridos rincones del desierto de la
torpeza. De poco serviría ponerla en busca y captura por ser inocente de
cualquier achacable delito no cometido. Si llegara el caso, alzaría la vista,
ajustaría el puente y miraría de tal modo al tribunal que osase con juzgarla, que sería
declarada no culpable de los cargos. En el fondo de armario de sí misma se
adivinan las perchas dispuestas a seguir prestando su apoyo a cualquier prenda
que se sienta desvalida. Ya habréis imaginado el rostro al que me refería en
las primeras líneas y seguro que pensaríais lo mismo si tuvieseis la fortuna de
conocerla de cerca.
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