Donato
P.
“Noches como esta de luna llena son las que aprovechan
los jabalíes para bajar del cerro a comerse las panochas”, dijiste a modo de prefacio
cuando julio se hubo abierto paso. Presté oídos y los detalles de la captura de
aquel ladrón de cosechas ocuparon el hueco de la sombra que la farola expandía
sobre la acera. Un curso cinegético que venía a sumarse a la sapiencia que
siempre demostraste hablaba de cómo eras. Como si de repente se hubieran
abierto las aulas hasta entonces desconocidas por aquel adolescente que era, la
enciclopedia no escrita vivía en ti y en ti se mostraba. El paso del tiempo nos
llevó a compartir momentos en los que mostrar a las generaciones siguientes el
modo en el que se reproduce la vida por muy enjaulada que esté. Hiciste de guía
hacia quienes desconocían límites fronterizos y sacaste a la luz sacrificios de
primogénito encargado de vigilar a los suyos. Fuiste el buhonero avispado capaz
de mutarse en vendedor cuando la ocasión se puso delante. Fuiste el consentidor
pleno del capricho cuando el capricho lo exigía la niñez. Trashumante de caminos
de los que hacías gala como buscando devolverles las gracias. Orientador de
causas perdidas a las que encontrarles salida. Retador invencible a las dolencias
que te soñaban cautivo sin reconocer su error. Punto equidistante entre quienes
del vociferio buscaban la imposición. Redentor de aquellos que intentaban
imponer como lema la injusticia negando sendas por las que avanzar futuros.
Amigo de aquellos que miraban de frente luciendo sinceridades. Esquivo desde la
ironía con quienes soñaban ser lo que jamás serían. Leñador que pulía los filos
del hacha con la sutileza suficiente para evitar el daño innecesario. Orador preciso que dejaba hacer por más disconforme
que fuese con las acciones. Lince que fue dejándose la vista en un intento de
evitarse a sí mismo el retrato exhibido enmarcado con la estupidez barnizada de
soberbias. Paciente acostumbrado a ser el vivo involuntario de los dardos de
una diana que llevaba su nombre. Sarmiento de la cepa capaz de trasegar en vino
exquisito macerado por sus pisadas. Referente de un tiempo que para muchos
sonará a extraño y que fue tan cierto como la memoria plasma. Hoy, amigo mío,
la luna se muestra creciente y la primavera se asoma. Aquellas cosechas dejaron
de ser para convertirse en fuente luciendo tu nombre. Probablemente algún
inquilino de las hoces bajará cuando la llena regrese. Probablemente la brisa
no dé pistas del peligro que se le cierne. Probablemente abreve de ti desconociendo
que una noche de julio de hace años fuiste el maestro de vida que jamás dejaste
de ser.
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