jueves, 21 de marzo de 2019


Una temporada en el infierno
En ocasiones pesamos que las drogas son las mayores causantes de los desequilibrios emocionales. Damos crédito a las autoridades que nos advierten de las consecuencias y a veces las experiencias cercanas acaban reafirmando semejantes desventuras. Cierto, todo muy cierto. Pero quizás en el listado de las sustancias psicotrópicas habría que hacer un hueco a los poemas nacidos de seres peculiares. Y aquí, en este poemario breve firmado por Rimbaud, la prueba fehaciente de lo arriba expuesto. Como si de un condenado penitente se tratase, el autor se desplaza y nos lleva con él por los estados anímicos y mentales que le tildan de loco desde la racionalidad. Ahí se reafirma el epíteto tan comúnmente admitido hacia los poetas y con un esfuerzo más que notable el lector debe asirse a los pasamanos próximos por los que el desequilibrio transita. Desesperanzas preñadas de nostalgias van circundando primaveras ficticias dejándose llevar por los pecados de la virtud sin buscar mayor fin que la inmediatez. Apariciones bíblicas desde todos los ángulos reprueban o aplauden a su libre albedrío los vaivenes de quien se nos presenta como regreso en su camino de ida. Por momento se desliza entre los labios del lector el sabor intenso de la absenta y las volutas del opio que nublan, o mejor dicho aclaran, los teoremas de un caos que a nadie debe respuestas. Vírgenes locas, esposos infernales, diálogos celestes y delirios nacidos de los matraces   de un alquimista refugiado en la torre más alta que el desvarío del hambre emocional erige. Hechizos en busca de la dicha que tantas veces le es esquiva a un poeta llamado a ser el inmortal  Jean Arthur Rimbaud que firma la obra.  A punto de entrar en la veintena, se nos muestra desnudo de convencionalismos. Como si renunciara de antemano a lo que se le viene encima este canto de cisne adolescente se iza como preludio de juveniles generaciones posteriores  que tan de moda se pondrían. Ácrata obediente a sus instintos de los que va diseñando unos caminos sin asfaltar amojonados con la prosa poética que lo convierte en inmortal. Que cada quien decida si hoy, día que se ha decidido dedicar a la Poesía, merece la pena o no, traspasar el umbral de lo comúnmente recitado. Probablemente descubra en este libro el tormento interno de alguien que supo sacar a la luz a las legiones de demonios que se alistaron en su propio infierno. Lo demás, es otro nivel, indudablemente.

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