jueves, 28 de marzo de 2019

Cinema Paradiso
Tiempo atrás mi hermana Henar tuvo en enésimo detalle conmigo y me regaló el dvd de dicha película. Como la gran mayoría de los interesados por el cine sabrán, versa sobre la evolución de una comunidad hacia el futuro y en paralelo el desarrollo de un niño hacia la edad adulta. Un niño huérfano que dejándose llevar por su pasión cinematográfica hace todo lo posible e imposible por permanecer cerca del celuloide para siempre. El regreso al ayer desde el luto que le llega nos sitúa en un momento en el que la sociedad pasa de ser sumamente agrícola, pueblerina, cercana, a convertirse en aquello que se mostró como modelo de progreso. La ciudad arrasa con cualquier vestigio anclado en las raíces de la cuna y pasado el tiempo el protagonista y más de un espectador pausa su propia cinta y valora si ha merecido la pena el precio a pagar. Probablemente las respuestas no acaben de convencernos del todo y sigamos mirando hacia otro lado para evitarnos las lástimas. Aquellos tiempos que discurrieron a ambos lados de la pantalla llevaban sobre sí mismos unas cargas de cercanía y de verdad que se han difuminado. Puede que de los cortes de la autocensura sigamos componiendo el mediometraje que sirva como árnica hacia el ánimo decaído. No hay vuelta atrás y aquel incendio de la bobina resultó metafórico y premonitorio. Revuelves tu pasado entre las entradas que conservas para evitarte la desmemoria y aparece Martín, Maloraje, Pompeyo, Apache…y en cada personaje de la cinta pareces adivinar al cercano que se dormía nada más comenzar la proyección. Y en cada pausa publicitaria rememoras las salidas al barranco o al bar de la Rulla en busca de la gaseosa. O las críticas inmisericordes de Emilianete, o las flatulencias de….Y vuelves la vista hacia la pared del fondo en la que el cuadro enmarcado sitúa a los abuelos Telesforo y Perpetua como aposentadores de ilusiones. Y pareja a la evolución de la pantalla del televisor se adivina la amenaza de las televisiones en blanco y negro hacia la continuidad del proyecto. El tiempo se convirtió en la apisonadora que todo lo reduce a olvido hasta que alguien decide sacar a la luz las vivencias de tus primeros años. Te sientes Totó y solamente necesitas que la oportunidad de visitar Cefalú se presente, que el Cinema Comunale te reciba, que el proyector te guiñe un ojo desde su sagrario acristalado para cerrar un ciclo de vida tan hermoso como hermosos suelen ser los finales de todas las películas que perduran en tu memoria.

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