domingo, 24 de marzo de 2019


Blanca V.
Como si cada mañana ofreciese la oportunidad de repetición, Blanca acude. Abre las puertas y las inocencias comienzan a recluirse bajo sus faldas a la espera de sus dictámenes. Rayados de azul, expectantes, con las curiosidades prestas en las comisuras de sus labios, la hacen partícipe de sus vivencias. Ella, paciente, intenta ubicar a cada quien en el rincón adecuado y del panel de bienvenida configura el foro iniciador de la jornada. Desperezos que se alternan con caras de sueños. Anarquías que con mano diestra encamina hacia la obligatoriedad del ritmo. Burbujas incipientes de largo recorrido que Blanca sabe tan breve como para no merecer la pena del severo castigo. Trae de las dunas el viento vivificador de los salitres y presta espacios a quien se decide a lanzar un paréntesis en la ardua tarea que le aporta recompensas. Mientras, a nada que su mente decida descansar, rememorará los manteles penúltimos que en su incesante labor de gourmet avezada ha ido descubriendo. Calificará pormenorizadamente los detalles para dar cumplida cuenta del valor preciso que cada uno de ellos posee. Pondrá sobre sus pensamientos el enésimo complemento a modo de faro orientador de penumbras y poco tardará en diseñar un nuevo ciclo hacia la primavera siguiente. De ella extrae los pétalos ofrendados dentro de la emoción que cada Marzo se renueva al pisar las baldosas de la historia. Cambiará los aderezos para que nadie sospeche que la rutina la ha invadido. Lo vive, amasa, fermenta y cuece como si del horno de sus raíces esperase el resultado de la hogaza merecida. Y mientras, a nada que te descuides, verás cómo su vista busca más allá de lo tangible el enésimo encargo que se le hace imprescindible. Nació entre las cunas de las tecnologías y es una más de las tantas que así se manifiestan como devotas novicias de las mismas. De haber anticipado su existencia se habría movido por los parterres de palacio, calzaría rasos con lazos versallescos y la sombrilla compondría la imagen de quien ignorase la existencia de la guillotina amenazadora. Haceos a un lado. Acaba de diseñar el nuevo artilugio decorativo que penderá de la pared semidesnuda que moraba en el olvido. Ha de ser revestido de plástico y por nada del mundo perdonaría a quien le derramase el humus por descuido. Hoy toca probar de nuevo lo que su mente culinaria ha soñado. Posiblemente al soplido le acompañará un nuevo reto que mañana, a no más tardar, será resuelto, una vez más, un año más.

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