sábado, 30 de marzo de 2019


To Be or Not to Be


A veces cuando alguien intenta mostrarte la supuesta grandeza de alguna película reciente echas mano de la filmoteca de tu memoria y casi siempre encuentras alguna que la supera. No, no se trata de anclarse en el axioma que preconiza porque sí la excelencia del tiempo pasado; pero no está demás tenerlo en cuenta ante la aparición de la supuesta obra maestra. Y llegado el caso, si de comedia se trata, reconozco que esta que encabeza el texto, se erige como magnífica muestra. Pocos genios son capaces de darle un giro de ciento ochenta grados a una tragedia shakesperiana y convertirla en una comedia lubitschiana recién concluida la segunda guerra mundial. El enredo devenido de la confusión acaba por dar forma a una hipotética opción salvadora hacia aquellos perseguidos por el nazismo en la Varsovia ocupada. Una obra teatral que se inserta en el celuloide para mayor gloria de sus intérpretes situados en la dualidad del guion. Unas infidelidades incentivadas por el monólogo cadavérico en los que el afectado pierde parte del ego que le hace competir con su esposa y primera actriz. Un incesante trasiego de despachos a brazo alzado demostrando el poder de convicción que el miedo incentiva. Todos sospechan de todos y cada cual intenta salir a flote de este enredo insuperable. Una visión esperanzadora de cómo el humor puede ser la moneda de cambio en las situaciones más dolosas que se puedan imaginar y constatar. Una obra de  arte que te reconcilia en contra de las decepciones que tanto abundan. Pareciera que los guionistas han dejado de tener inspiración al sentirse  acuciados por la exigencia del rendimiento inmediato. De modo que esta tarde, a nada que el tiempo se ponga en contra, volveré a pulsar el play. Poco importará la fecha de rodaje, el color blanquinegro o las risas escondidas de un supuesto Hamlet al que se le hubiese dado la oportunidad de cambiar su rol. Indudablemente el sabor a buen cine admite mil variaciones. Lo que no permite por más que a veces insistan en lo contrario es adjudicarle el título de inmortal a todo lo rodado. Y si alguien duda, que se haga un favor, relea para sí el monólogo nacido del soliloquio de la indecisión y opte por otro final que no sea el disfrute de semejante obra. Seguramente la calavera callará su opinión al respecto.

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