jueves, 23 de octubre de 2014

de "A Ciegas" el relato...
        La otra

Siempre tuvo la sensación de ser quien  ella no quería. Todos sus intentos por acumular méritos chocaban con la frontalidad del cariño que le resultaba migaja del ácimo pan que no merecía. Llegó pronto a esa encrucijada que el destino nos reserva y pronto tuvo la certeza de que su llegada era tardía. Las conveniencias del estatus social la habían embarcado en un plan que no supo diseñar porque todo le venía del aprendizaje sino de la imposición. Su rol era el propio de las de su casta y su valentía no llegaba a tener la fortaleza de la discordancia. Toda aceptación diseñó la cartilla de su aprendizaje y los capítulos de la misma se sucedían según el trazo social. Así los vástagos cuñaban el visado hacia el gris que le cubría y en el que se sentía realizada. Todo suficientemente ordenado,  suficientemente cabal, suficientemente insuficiente.  Las noches en las que el desvelo de alguno de su prole la lograba desvelar, en el silencio compartido del lecho, se preguntaba sobre la existencia de otro pálpito. Elucubraba sobre las recriminaciones que recibían aquellas que se  habían  atrevido a romper la norma. Empezaba con la condena en su silencio hacia esas repudiadas, pero a medida que el sueño no regresaba, la recriminación daba paso a la permisividad y por último a la envidia. Ellas habían demostrado coraje para cambiar de escenario y de actores. Ellas habían comprobado que la auténtica compañía es aquella que alza el telón de la pasión desde el escenario vital. Ellas, las otras, habían conseguido condecorar con ese título a las que como ellas se sentían seguras en el nido que arropaban las normas. Comprendieron que la felicidad se consigue si la felicidad se busca y se transmite si se tiene. Y en medio de esos soliloquios, cuando la noche reinaba, empezaba a desmontar su castillo de naipes. Se colocaba en el estrado y los argumentos la asaeteaban a favor o en contra del camino a seguir. Soñó con la nueva vida, con su otra vida de su otra ella. Y cuando el miedo empezó a ser disuelto con la premura  de la valentía llegó el amanecer. Las ojeras delataron su insomnio, pero callaron su decisión. Dejó transcurrir los años y cuando llegó el momento siempre tardío, dejó un adiós por respuesta a quienes no entendieron su conducta. No estaba dispuesta a seguir el guion teatral que se le había asignado desde la cuna y renunció a todo lo que para las otras otras  tenía sentido. A todas luces la tildaron con todo tipo de calificativos, buscaron errores propios y ajenos, culpables entre sus círculos próximos y no encontraron soluciones a tales preguntas.  Siguió los pasos que la pasión por la vida diseña  a quien tiene valor para seguirla. Renunció a todo lo que no fuese un colorido iris en el que mecerse y siempre supo que se había convertido en su propio modelo.  Amó sin tapujos e hizo de la pasión el borrador de la infelicidad. Supo desde un principio, que aquellas que no se atrevieron a dar el paso la menospreciarían con ese calificativo. Pero siempre tuvo la certeza de haber querido ser la Otra, porque así sería para todos, y sobre todo para ella misma, la  Única   

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