Evanescente
Intentó infructuosamente definirla y la tríada
de intentos acabó en el fracaso de la desilusión. No encontraba los pinceles
adecuados con los que dibujar las líneas definitorias que trazasen el perfil
aproximado a la virtud que ojos vista
atesoraba y a ojos ciegos exponía. Era la imagen salida del jardín de Venus que
en un descuido decidió descender para hacerse real. Era y es quien a su paso
deja en el aire el hálito embriagador en el que los sedientos poetas perecen al
saberse descubiertos en su vano intento por superar lo insuperable. Flota desde
el cendal que el romántico predecesor rimase para recordarnos que la levedad
del amor viene de la mano de la pasión desmedida que se rendirá a sus pies como
hojarasca otoñal que se da por vencida. Marmórea ardiente que renunciará al
pedestal para no provocar celos a las que ya los acumulan al saberse
inferiores. Desde el perfil donde nacen sus besos, los vientos cobran sentido y
se arremolinan a su compás para no verse alejados de ella y arrojados a los
acantilados del gris. Acaricia a las brisas como sólo las diosas son capaces de
hacer mientras las remite a los confines de quienes ignoran el néctar de ella
manado. Vira la vista porque el pudor de saberse así ruboriza a la sencillez
que la habita cuyo cíngulo se niega a
penar por nada que no sean alegrías. Renuncia a descubrir que el mismísimo
señor de las tinieblas se dio por vencido al pretender cobrarse en su alma el
precio de tal hermosura. No pudo, ni supo, ni quiso ser capaz inmunizarse ante la ninfa que quiso para sí.
Sueña con rayos de luna a los que trenzar
dorados con los que tejer enredaderas a las que ascender quien se sienta
cautivo. Allí, en el frío de la noche, la verdad disipará temores y ella
gobernará a su antojo a los miedos. No será necesario que los pétalos de la
rosa encerrada decidan caer porque la savia que los alimenta nace de su gesto
hermoso. Aquí, mis horas muertas empiezan a desempañar el espejo en el que me
miro para devolverme a la realidad. La he soñado al verla y consigo tenerla al
soñarla. La vela hace tiempo que dejó de iluminar y no fue necesario el relevo.
Frente a mí reposa, frente a mí perdura, frente a mí se eterniza. Cerraré la
ventana. Niego permiso al intento del frío del amanecer por convertirse en
marco que la abrace y acaricie. Una noche más, la soñé, la tuve, vivimos la
fugacidad y fui feliz. El mañana me espera para de nuevo hacerme sentir el
mayor de los esclavos que calzan por cadenas la caridad de su amor sin ella saberlo.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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