jueves, 30 de octubre de 2014


      Evanescente

 

Intentó infructuosamente definirla y la tríada de intentos acabó en el fracaso de la desilusión. No encontraba los pinceles adecuados con los que dibujar las líneas definitorias que trazasen el perfil aproximado a la virtud que  ojos vista atesoraba y a ojos ciegos exponía. Era la imagen salida del jardín de Venus que en un descuido decidió descender para hacerse real. Era y es quien a su paso deja en el aire el hálito embriagador en el que los sedientos poetas perecen al saberse descubiertos en su vano intento por superar lo insuperable. Flota desde el cendal que el romántico predecesor rimase para recordarnos que la levedad del amor viene de la mano de la pasión desmedida que se rendirá a sus pies como hojarasca otoñal que se da por vencida. Marmórea ardiente que renunciará al pedestal para no provocar celos a las que ya los acumulan al saberse inferiores. Desde el perfil donde nacen sus besos, los vientos cobran sentido y se arremolinan a su compás para no verse alejados de ella y arrojados a los acantilados del gris. Acaricia a las brisas como sólo las diosas son capaces de hacer mientras las remite a los confines de quienes ignoran el néctar de ella manado. Vira la vista porque el pudor de saberse así ruboriza a la sencillez que la habita  cuyo cíngulo se niega a penar por nada que no sean alegrías. Renuncia a descubrir que el mismísimo señor de las tinieblas se dio por vencido al pretender cobrarse en su alma el precio de tal hermosura. No pudo, ni supo, ni quiso ser capaz  inmunizarse ante la ninfa que quiso para sí. Sueña con rayos de luna a los que trenzar  dorados con los que tejer enredaderas a las que ascender quien se sienta cautivo. Allí, en el frío de la noche, la verdad disipará temores y ella gobernará a su antojo a los miedos. No será necesario que los pétalos de la rosa encerrada decidan caer porque la savia que los alimenta nace de su gesto hermoso. Aquí, mis horas muertas empiezan a desempañar el espejo en el que me miro para devolverme a la realidad. La he soñado al verla y consigo tenerla al soñarla. La vela hace tiempo que dejó de iluminar y no fue necesario el relevo. Frente a mí reposa, frente a mí perdura, frente a mí se eterniza. Cerraré la ventana. Niego permiso al intento del frío del amanecer por convertirse en marco que la abrace y acaricie. Una noche más, la soñé, la tuve, vivimos la fugacidad y fui feliz. El mañana me espera para de nuevo hacerme sentir el mayor de los esclavos que calzan por cadenas la caridad de su amor sin  ella saberlo.

 

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