viernes, 3 de octubre de 2014


    Sonrojo delator

Tenían  por costumbre reunirse cada tarde de los jueves para reconfortarse mutuamente, reírse al compás, hacerse necesarias. Y éste no había de ser una excepción. Llegaron puntuales y fueron ocupando los puestos que la reiteración les tenía asignados y el trasiego de bebidas pugnaba con la vorágine de deseos de charla. Cada una arrastraba sus decepciones, cada vez más lejanas, cada vez más insignificantes, y en todas ellas el brillo de la esperanza cobraba fuerza a través de los ventanales que cuidaban de la calle. Se sabían cómplices y en esa complicidad se sinceraban hasta encontrar los mutuos consuelos y las múltiples alegrías. Y éste no apuntaba a ser una excepción. Siempre había un hueco en el que se ubicaba la lectura de algún libro que despertó del letargo a la existencia gris que el día a día se empeñaba en esparcir. Y entonces, como llegado del destino, un nombre ignorado para la mayoría, apareció. Vino de la mano de quien había encontrado en la casualidad unos relatos a los que tildó de emotivos. Comenzó a resumir alguno de ellos y todas prestaron atención. O eso parecía. En la esquina noreste de la mesa ocupada, unos ojos empezaban a emocionarse. Las demás creyeron que el texto había conseguido que brotasen los reflejos y el rictus de sus labios acabó por delatarla. Quiso eludir las explicaciones que le solicitaron al mencionar al nudo lejano que la mantenía atada a su recuerdo. La lucha entre la curiosidad y el pudor se mostraba en ese espacio que traza doce cuerdas alrededor del amor no olvidado. Quiso arrebatar al pasado lo que sentía como presente y calló lo que tanto sabía. En una tarde regresó una vida soñada. En una tarde, la baraja caprichosa del destino, repartió las cartas a su antojo y desaparecieron los comodines. En una tarde, en esa tarde, las puertas tantos años canceladas, volvieron abrirse mientras un rostro sonrojado delator firmaba con una sonrisa la certeza de que esta vez, sería para siempre, como siempre lo había sido. Tenían  por costumbre reunirse cada tarde de los jueves para reconfortarse mutuamente, reírse al compás, hacerse necesarias. Y lo siguen teniendo por más que el sonrojo delator insista en negar lo que todas ya saben.

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