Escrito
estaba en mi alma
Decidió dar un paseo para
hacerse acompañar por su sombra que tanto sabía de ella. Estaba en ese punto de
la balanza en el que la mirada equidista del ayer y del mañana sin tener la
certeza de cuánto duraría el segundo ni cuánto mereció la pena el primero. Tan
rápidas habían volado sus esperanzas que ahora intentaba pausarse para no
perder una vez más la sensatez de la que otros la presumían dueña. Caían las
horas y entre los compases de las mismas daba pasos indefinidos que custodiaban
las brisas. Bajo el amparo de los perennes se entregaba a la búsqueda interior
que guardaba como preciado tesoro enterrado en las arenas de una isla llamada
soledad. Compartía espacios en los que las paredes se coloreaban de amarguras y
la asfixia la urgía a cruzar las líneas para sentirse viva. Quiso la casualidad
que aquella tarde, cuando el ritual
estaba a punto de ser repetido, tras los auriculares aislantes, apareciese lo
que siempre soñó. La voz timbrada del locutor estaba dando vida a los poemas
que oyentes voluntarios habían elegido como sus preferidos. Sintió curiosidad
por descubrir qué se escondía tras los versos de aquellos inmortales que
esparcieron desde siempre emociones para ser secuestradas. Y se dejó mecer por
la cadencia de los poemas seleccionados. Paró su caminar cuando la voz grabada
de aquel oyente desconocido expuso los motivos de su elección. Era su mismo
sentir el que brotaba de aquellos labios que al instante hizo suyo. Cuando rítmicamente comenzó, su piel se erizó
y no pudo por menos que convertirse en dúo desde la distancia. Sabía que el
poeta había compuesto para sí lo que por
aquella sentía y la baraja del destino repartió a su antojo. Poco importó la
brevedad cuando la intensidad se hizo presente. Dejó de sufrir los roces de las
llagas tanto tiempo tatuadas sobre su corazón y se sintió decidida. Dio la
vuelta, acortó el paseo y recitando el último terceto sonrió a la vida.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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