lunes, 6 de octubre de 2014


      Encadenados

Así se sentían en los polos divergentes que las realidades trazaban a su antojo. Nada de lo soñado se había cumplido y el tono gris maceraba las desilusiones en el matraz del desencanto. Vivían dos irrealidades que camuflaban bajo las túnicas del status al que se habían subido sin oponer resistencia. Amantes distantes en la distancia que marcan los centímetros cuando nada se espera porque nada merece ser esperado. Ilusos de una comedia sin guión en la que los actos los cerraban los aplausos tan fingidos que ni las velas se compadecían al iluminar el duelo al que asistían. De nada servían las reuniones en las que se adivinaban felicidades plastificadas por más que el consuelo quisiera aparecer ante ellos. Era cuestión de determinar quién de los dos daría firma al epílogo que cerraría aquel libro que prologó la ilusión y fue escrito con negras tintas. Nada les importaba del otro. Ni siquiera se molestaron en fingir que les dolía el saberse en otros brazos, en otros lienzos. Las excusas nacientes se alzaban como vallas del cerco de inmunidad que les habían enseñado a no traspasar y así se conformaban. Pasaron de lanzarse dardos a ni siquiera hacer el esfuerzo y daban por extinto lo que extinto naciese. Y una noche, cuando dos rostros tan próximos como para hacerse sombra se miraron en sus mutuos espejos, tomaron la decisión, tanto tiempo aplazada. Entre las brumas que el silencio fue trazando descolgaron la invisible cortina de la infelicidad y se dijeron. Cuentan que por las trashumancias en las que se mueven los guiones, un actor interpreta sus papeles cada temporada meciéndose en la incertidumbre de la certeza buscada. Saben que desde las trastiendas en las que se agolpan los hilos de colores unas  manos tejen ilusiones a quien esté necesitado de ellas mientras los inciensos perfuman su vida. Aseguran que una vez existieron unos seres semejantes que se sintieron encadenados a vivir una comedia que no eligieron. Esta tarde, allá que las luces de artificio tomen su trono, una representación se llevará a cabo dejando atrás a las bambalinas. En el patio de butacas, enfrente de la cornucopia del pasillo de la derecha, unos ojos verdes que vigilan unas trenzas caídas sobre los colores de un atuendo, volverán a sonreír al saber que nada puede encadenar a quienes han nacido para ser eslabones de su propio destino.

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