miércoles, 8 de octubre de 2014


     Volar a tu lado

Sabía que su  realidad se movía en las claridades que la noche ofrece a quien necesita certezas. Y así lo aceptaba. Todos aquellos cimientos en los que fue basando su existencia habían empezado a resquebrajarse de un modo tan silencioso como silencioso suele ser el desencanto. Sus ímprobos esfuerzos por apuntalar quereres se estaban viniendo debajo de un modo tan cruel como previsible a cualquiera que no hubiese prestados ojos sordos ni oídos ciegos a la realidad. Intentaba querer por dos y el esfuerzo no le mereció la pena. De modo que dejó de remar contracorriente y se meció en las caricias y mimos que la oscuridad le ofrecía. Allí descubrió unas nuevas sensaciones que siempre le acompañaron y que creyó fenecidas en el nicho de sus desencantos. Poco a poco el vaivén de las horas creó un rompeolas de emociones que a duras penas conseguía contener. Se sabía comprendido, acompañado, querido, escuchado. Volvió a sonreír desde la alegría que proporciona el saberse soñado desde otras soledades que surcaban los meridianos de la noche en busca de compañía. Volvió a creer en lo que tanto quiso al compás de la alegría que llegaba como viento de levante a remolinar su piel con bucles de ternura. Volvió a ser quien tantas veces fuera y tantas veces ocultara para alzar un escudo protector que tantas veces olvidase. Y así continúa. Ha decidido que será su realidad aquella que expanda la noche entre los cinabrios del cielo en busca del destello ansiado. Surcará errante los caminos que la pasión trace para no volverse a equivocar  en el retroceso. No habrá vuelta atrás, porque cada vez que la hubo, a la tristeza de no emprenderla se unió la penitencia de la cobardía que cubrió su torso. Era el momento y la salida quedaría cerrada para dejar constancia de su marcha. Poco importará que quienes se le crucen, que quienes tengan la suerte de pasar por su vida le tomen por loco. Sabe que su apuesta la ganará y ya ha empezado a ganarla desde el mismo momento en el que se ha respondido a sí mismo a la pregunta que tantas veces no quiso contestar. Lo  que  quizás ignora, y no debería, es que a medida que vaya cruzando por la senda de los sueños, alguien, quizás tan perdido como él, cuando sea interrogado con  un “¿a qué has venido?” , tenga preparada la repuesta que diga “ a volar a tu lado”.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario