lunes, 20 de octubre de 2014


   Las mazas de la entrada Sur

Fundidos con el asfalto dos pares de zapatones emergen a la cebra a modo de bienvenida. Han visto traspasar el seco cauce que desagua a la ciudad a tantos ignorados solitarios que en ellos nace la necesidad de despertarles a la sonrisa de la frontera ciudadana. Calzan sus rojos sobre el apéndice nasal y a modo de semáforo amable bombardean de artíficas cabriolas el horizonte azulado que la ciudad desconoce por mirar siempre a los pies. En su brevedad, la actuación voltea acritudes viajeras al ritmo de las mazas que surcan los aires y aterrizan en sus reverencias. Poco importa el minúsculo tiempo del que disponen ya que se saben transmisores de momentos a los que regresan aquellos adultos que hace tiempo dejaron de saberse niños. Tras los ecualizados sonidos que vomitan penurias desde el salpicadero, estas, estos, aquellas,  aquellos y aquellos otros, en unos segundos conciben el lento caminar  al que han renunciado en aras a un trasiego absurdo de galgas competencias. Salieron para llegar al mercado cívico y no sospecharon que una pareja de seres alegres les proporcionarían el visado hacia la alegría desde el escenario que los anzuelos tramoyan. Poco importará si la gratitud se convierte en monedas que irán a reposar a una caja de latón bajo el chopo de la acera. Ellos optaron por ocuparse de quienes arrastran sobrados motivos por los que preocuparse. Cubren sus hombros con el armiño cierto que les proporciona la capa de  seguridad que les da el saberse libres. Así, cuando regreséis en sentido inverso, no los busquéis en la salida. Ellos no interrogarán ni juzgarán los resultados de la no reflexión de quienes entraron. Ya dejaron clara la opción a la que merece la pena subirse y cada cual, camino de casa, al contemplar  sus espaldas en la margen izquierda, tendrá suficiente tiempo para  evaluar su vida. Quizás la vergüenza mañana vuelva a cruzarse con ellos y simulará su rostro mientras busca unas monedas con las que hacerse perdonar.. Las ondas siguen plastificando risas falsas, melodías absurdas y miles de motivos para ser infelices. Aprovecharé que están actuando para pasar por detrás y contemplar a los espectadores que llegan uniformados con el mismo atuendo que la desgana plancha cada mañana al anudarse la corbata de la cobardía conformista.

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