Las
mazas de la entrada Sur
Fundidos con el asfalto dos
pares de zapatones emergen a la cebra a modo de bienvenida. Han visto traspasar
el seco cauce que desagua a la ciudad a tantos ignorados solitarios que en
ellos nace la necesidad de despertarles a la sonrisa de la frontera ciudadana.
Calzan sus rojos sobre el apéndice nasal y a modo de semáforo amable bombardean
de artíficas cabriolas el horizonte azulado que la ciudad desconoce por mirar
siempre a los pies. En su brevedad, la actuación voltea acritudes viajeras al
ritmo de las mazas que surcan los aires y aterrizan en sus reverencias. Poco
importa el minúsculo tiempo del que disponen ya que se saben transmisores de
momentos a los que regresan aquellos adultos que hace tiempo dejaron de saberse
niños. Tras los ecualizados sonidos que vomitan penurias desde el salpicadero, estas,
estos, aquellas, aquellos y aquellos
otros, en unos segundos conciben el lento caminar al que han renunciado en aras a un trasiego
absurdo de galgas competencias. Salieron para llegar al mercado cívico y no
sospecharon que una pareja de seres alegres les proporcionarían el visado hacia
la alegría desde el escenario que los anzuelos tramoyan. Poco importará si la
gratitud se convierte en monedas que irán a reposar a una caja de latón bajo el
chopo de la acera. Ellos optaron por ocuparse de quienes arrastran sobrados
motivos por los que preocuparse. Cubren sus hombros con el armiño cierto que
les proporciona la capa de seguridad que
les da el saberse libres. Así, cuando regreséis en sentido inverso, no los
busquéis en la salida. Ellos no interrogarán ni juzgarán los resultados de la
no reflexión de quienes entraron. Ya dejaron clara la opción a la que merece la
pena subirse y cada cual, camino de casa, al contemplar sus espaldas en la margen izquierda, tendrá
suficiente tiempo para evaluar su vida. Quizás
la vergüenza mañana vuelva a cruzarse con ellos y simulará su rostro mientras
busca unas monedas con las que hacerse perdonar.. Las ondas siguen
plastificando risas falsas, melodías absurdas y miles de motivos para ser
infelices. Aprovecharé que están actuando para pasar por detrás y contemplar a
los espectadores que llegan uniformados con el mismo atuendo que la desgana
plancha cada mañana al anudarse la corbata de la cobardía conformista.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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