lunes, 13 de octubre de 2014


     Los manuscritos del bohemio

Le llegaron como por casualidad  y no dejé de sorprenderse como sorprende lo inesperado tanto tiempo dormido. Tiempo atrás aquello que ahora salía a la luz fue entonado en las noches de bohemia que la luna provoca mientras genera compañías nacidas de las soledades interiores. Allí se volcaron esperanzas no cumplidas y sueños por gestar a la espera de los vientos a favor. Trasegaron silencios como sólo los desesperados incomprendidos son capaces de libar en su deseo de inmortalizar momentos que saben sin retorno. Horas que segmentaron los segundos de arena caídos como las notas de  un bolero desgarrador para aquellos espíritus nacidos para el sufrimiento. De poco valían las fingidas sonrisas que esparcían por doquier ante quienes se les cruzaban. Las limosnas que les otorgaban a modo de lástima no conseguían más que tatuar sobre sus corazones los surcos de la infelicidad en los que las semillas del zarzal florecerían a las espinas. Poco importaba el desafinado compás que la sexta cuerda marcaba cuando la partitura la escribía la madrugada que inspiraba penurias. De nada sirvió que la ventana sin cortinas dejase pasar  al rayo luminoso de la primavera otoñal. Sabían que la cuesta abajo hacía años que fue trazada como senda del abismo al que descendieron lentamente. Ni los salientes generosos fueron capaces de evitar el sino que nació para perecer en las grandezas de sus almas incomprendidas. Por todo ello, esta tarde en la que regresaron los manuscritos a sus manos, sintió de nuevo arquearse a la ballesta del dolor que creyó olvidado. Repasó las letras y en ellas regresaron tantas ilusiones perdidas que el tiempo no tuvo misericordia en evitar. Entonó los estribillos, y conforme escanciaba la cuarta ronda de tequilas, brindó por él con la seguridad de que el rictus picarón emergería de sus labios para desearle suerte como tantas veces hiciera quien de ella careció. Quiso llorar y no pudo por serle imposible cerrar el encuentro de la noche con lágrimas de dolor ante quien siempre las contuvo y sólo fue capaz de derramarlas en la última estrofa, donde el último verso, hablaba de amor.     

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