Los
manuscritos del bohemio
Le llegaron como por
casualidad y no dejé de sorprenderse
como sorprende lo inesperado tanto tiempo dormido. Tiempo atrás aquello que
ahora salía a la luz fue entonado en las noches de bohemia que la luna provoca mientras
genera compañías nacidas de las soledades interiores. Allí se volcaron
esperanzas no cumplidas y sueños por gestar a la espera de los vientos a favor.
Trasegaron silencios como sólo los desesperados incomprendidos son capaces de
libar en su deseo de inmortalizar momentos que saben sin retorno. Horas que segmentaron
los segundos de arena caídos como las notas de
un bolero desgarrador para aquellos espíritus nacidos para el
sufrimiento. De poco valían las fingidas sonrisas que esparcían por doquier
ante quienes se les cruzaban. Las limosnas que les otorgaban a modo de lástima
no conseguían más que tatuar sobre sus corazones los surcos de la infelicidad
en los que las semillas del zarzal florecerían a las espinas. Poco importaba el
desafinado compás que la sexta cuerda marcaba cuando la partitura la escribía
la madrugada que inspiraba penurias. De nada sirvió que la ventana sin cortinas
dejase pasar al rayo luminoso de la
primavera otoñal. Sabían que la cuesta abajo hacía años que fue trazada como
senda del abismo al que descendieron lentamente. Ni los salientes generosos
fueron capaces de evitar el sino que nació para perecer en las grandezas de sus
almas incomprendidas. Por todo ello, esta tarde en la que regresaron los
manuscritos a sus manos, sintió de nuevo arquearse a la ballesta del dolor que
creyó olvidado. Repasó las letras y en ellas regresaron tantas ilusiones perdidas
que el tiempo no tuvo misericordia en evitar. Entonó los estribillos, y
conforme escanciaba la cuarta ronda de tequilas, brindó por él con la seguridad
de que el rictus picarón emergería de sus labios para desearle suerte como
tantas veces hiciera quien de ella careció. Quiso llorar y no pudo por serle
imposible cerrar el encuentro de la noche con lágrimas de dolor ante quien
siempre las contuvo y sólo fue capaz de derramarlas en la última estrofa, donde
el último verso, hablaba de amor.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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