viernes, 31 de octubre de 2014


     Ser y parecer

 

Ese era el dueto de verbos que se le adjudicaba a la mujer del césar en la Roma Imperial. A ellos se les podría añadir los adjetivos y apelativos  que todos tenemos en mente por haberlos aprendido en los pupitres de nuestra propia casa. Honestidad, decencia, responsabilidad, honradez. Y mira por donde, no es así. Después de meses y años esperando el final del listado de corruptos, desisto de dos cuestiones fundamentales. Renuncio a calificarlos de presuntos y renuncio a esperar a que acudan  algunos más que justifiquen las acciones de los que ya están implicados. Mi enhorabuena, servidores públicos, políticos electos, malabaristas del engaño. Mi enhorabuena por haber sido capaces de demostrarnos el modo más directo de actuar en próximas convocatorias. Habéis jugado con la esperanza para destrozarla y enviarla al estercolero en donde os encontráis tan a gusto. Removéis las cisternas para que el putrefacto hedor consiga adormecernos y a la vez alejarnos de vuestras somníferas  proclamas. Habéis jugado con los dados marcados que ni los más canallas de los tahúres sospecharon tener a su disposición en el tapete verde que habéis destrozado con vuestras trampas. Y  lo peor de todo esto es el muro de desolación que estáis alzando en torno a nuestras futuras decisiones. En ese modo de actuar conseguís que penemos que todos sois iguales y así escudaros en la iniquidad de la multitud que os cobija. No tenéis vergüenza por no ser capaces de ponerle límite a vuestra codicia. No tenéis otro objetivo que extender la alfombra que os conducirá a elevados pedestales. En ese castillo erigido a vuestra voluntad se han situado los alfiles que gozan de vuestras prebendas y os extienden los estandartes esperando vuestra llegada. Y mientras, las fanfarrias esparciendo vuelos de negritudes que quieren impedir el nuevo rayo luminoso. Seréis quienes, cuando las tornas se os vuelvan en contra, os camuflaréis camaleónicamente en el discurso del encantador de cobras que tan bien se os da para hacernos bailar al son de la quena. ¡Qué decepción! Hemos vivido en las dos orillas en las que la sociedad  se ve sometida. Una, usó y abusó de su ordeno y mando. Pasó al recuerdo y gracias a vosotros,  algún iluminado presentará las credenciales de salvador y llevará las de ganar. Entonces, como dictó el desencanto, vendrán a por todos y no tendrá remedio.   

 

 

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