jueves, 9 de octubre de 2014


  Me gusta

Ese dúo afirmativo se ha convertido en algo tan habitual que pareciese estar tatuado en nuestras falanges cada vez que se disponen a teclear cualquier pantalla. Es curioso como a la más mínima aparición de algún mensaje expuesto en la red, el automatismo actúa de modo veloz para que el autor o autora de dicha publicación se sienta halagado, reconfortado, querido. Como acto amigable, se acepta, aunque la duda aparece al analizar los motivos que lo llevaron a aparecer. Dejando atrás a la presunción se nos presenta la inseguridad derivada del hecho del pensar que no lo hayan podido, querido o sabido digerir quienes nos dan la aprobación de modo tan repentino y entonces carece de validez. Por eso creo yo que deberían eliminarse las aquiescencias que aporta el lema y dejarlas traslucir por el acto reflexivo de la previa lectura en cuestión. Si damos por válida la opción que supone esa especie de palmadita en la espalda como refrendo deberíamos exigir a quien la lanza un mínimo de sinceridad, y quizás la opción opuesta del “Lo aborrezco”. Con ello conseguiríamos crear un clima más sincero  creo yo y de paso evitaríamos el ascenso a los cielos de la soberbia a quien se dedica a contarlos sin más haciendo acopio de ese grano de satisfacción que no siempre es conveniente. Sí, está claro, que las buenas maneras son de agradecer y que no siempre debemos expresar la opinión con el alfanje de verdugo preparado. Pero no es menos cierto que pasado el minuto de gloria que supone el recuento, el souflé de la vanidad se viene abajo ante la duda de sinceridades. Así que, por lo que a mí respecta, prometo cumplir con el postulado que traigo y no clicar jamás un “Me gusta” si no me gusta sinceramente. Sé que podré pecar de juez y esa misma justicia es el que desearía que se me aplicase a mí. Os lo agradecerá eternamente el orgullo que de cuando en cuando intenta salir de mi pecho envalentonándose en el recuento creyéndolo a pies juntillas. Podéis empezar por este mismo alegato, y acepto gustoso cualquier opción opuesta a  la correcta pulsación que el dedo del césar elevado proponga. Empezaré por mí mismo; a mí este escrito de hoy, me ha resultado normalito; será porque es festivo y hace sol.   

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