He decidido
“….dejar
hablar a los silencios que tanto tiempo han secuestrado la voz que dormía.
Dejar de creer en las ilusiones para llevarlas a cabo. Dejar de dejar reposar
al corazón que brioso se muestra ante el detalle emotivo. Dejar de pasear
mirando al suelo para elevar las pupilas y descubrir aquello que se me ha ido
escapando entre las nubes grises que agitase el dolor. Dejar que la risa se
adueñe de todo lo que considere digno de ser acogido por ella. Dejar la puerta
entreabierta para que la opción la tome quien pase por delante de ella y dude para después alegrarse. Dejar de
conducirme por la senda del rencor porque cada vez que la transité grabé en mis
huellas el daño esparcido. Dejar de lado la ingratitud para que quien fuera
merecedor de ella no sienta el dardo de la misma. Dejar de tomar en serio al
serio para intentar cambiarle su espejo empañado de correcciones lastrantes que
quieran empañar el mío. Dejar de fingir que no amo para rendirme a la evidencia
que delata cualquiera de mis actos, cualquiera de mis sueños, cuando reman en
una misma dirección. Dejar de lado los lamentos para no cargar con las
plañideras mejillas que tantas veces
ahogaron mis gritos. Dejar de buscar compasiones para no verme sometido a la
caridad del óbolo misericordioso del abrazo fingido. Dejar de querer a quien no
lo merezca para comenzar a amar a quien no lo sospecha. Dejar de barnizar con
superpuestas capas a la piel que tantos arados de caricias han anticipado la
siembra. Dejar de soñarte porque sé que nos
buscamos entre las encrucijadas del deseo. Dejar de presionar al tiempo porque
sólo él será capaz de poner el cuándo al cómo que ya conozco. Dejar de pensar y
seguir escribiendo para que el mañana se apiade de este soñador, de este juglar
solitario, de este mendigo de ilusiones, que vive conmigo y tanto me conoce. He
decidido todo esto con la incierta certidumbre que los sueños han dictado desde
la valentía compasiva que la noche fue prestando”
La
tarde caía y una leve llovizna se abría camino entre las ilusiones perdidas. Un
paseo sin rumbo la guió a su antojo, sin rumbo fijo ni destino claro. El sobre no
cerrado reposaba sobre las hendiduras del olivo y sintió la necesidad que la
curiosidad promulga. Leyó. Y desde aquel instante supo que un alma solitaria,
que un alma gemela, vagaba en su busca.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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