miércoles, 29 de octubre de 2014


      Mi mar

 

Refugio en el que cualquier  espíritu marinero se  sabrá bien recibido nada más despliegue las velas a los horizontes ilimitados. Mar cubierto de salinas que disuelven las penas de aquellos que náufragos lo han dado todo por perdido sin haber conseguido discernir cuanto deseaban. Un mar de cadencias que acarician a las olas entre los versos que sacan a flote a los que están a punto de perecer. En este crisol de atardeceres, el vuelo de las gaviotas traza los surcos del pentagrama en el que suenan las habaneras desde el faro de la nostalgia. Y amanece el crepúsculo con la reverberación de los sones que suenan a sueños en las travesías de la soledad. Sé de qué hablo porque el mascarón de proa que me viste surca con el viento de levante las rutas por descubrir en aquellos espíritus libres que se niegan soledades. No, no me incomoda el salpicar de los salitres por más que quieran apoderarse de mis ojos y cegarme la esperanza de un nuevo viaje. Nací para espantar a los monstruos que diseñaron los miedos y con ello reconforto a quienes viajan conmigo. De nada servirán las tormentas que los huracanes provoquen porque saben que su batalla está perdida de antemano ante su falta de argumentos. Este mar, mimado mar, soñado mar, en el que me desenvuelvo se orienta con la estrella del sur que sólo los atrevidos navegantes saben leer para evitar embarrancamientos en las arenas traicioneras. De nada servirá que las jarcias templen malos augurios porque sé que allí, desde lo más profundo de su ser, este mar, se alía conmigo y entre ambos trazamos la vía láctea de los amantes perdidos, de las almas olvidadas, de los robinsones ignorados. Haced como que no veis, no,  lo desgastada que pervive mi piel de tanto arponearse con los anzuelos del desencanto. En ellos, las redes traicioneras capturarán al delfín imposible que esparcirá cabriolas risueñas al compás de barlovento mientras el canto de sirenas intentará distraer a loa aguerridos grumetes que se sueñan capitanes sin serlo. A ambos lados de mi torso las anclas,  rémoras de sueños sobreviven  capturando a los malos presagios  que consigo ignorar. Esta tarde, como todas las tardes, en el pantalán de poniente, reposará mi paso. Y una vez más, como todas las tardes, besaré silencioso a las olas que esparza sobre mis ojos este mar de sueños, al que tanto debo, al que tanto quiero, al que tanto necesito. Sin él, no tendría sentido mi vida adherida a la proa de un barco llamado sentir.           

 

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