Mi mar
Refugio en el que cualquier espíritu marinero se sabrá bien recibido nada más despliegue las
velas a los horizontes ilimitados. Mar cubierto de salinas que disuelven las
penas de aquellos que náufragos lo han dado todo por perdido sin haber
conseguido discernir cuanto deseaban. Un mar de cadencias que acarician a las
olas entre los versos que sacan a flote a los que están a punto de perecer. En
este crisol de atardeceres, el vuelo de las gaviotas traza los surcos del
pentagrama en el que suenan las habaneras desde el faro de la nostalgia. Y
amanece el crepúsculo con la reverberación de los sones que suenan a sueños en
las travesías de la soledad. Sé de qué hablo porque el mascarón de proa que me
viste surca con el viento de levante las rutas por descubrir en aquellos
espíritus libres que se niegan soledades. No, no me incomoda el salpicar de los
salitres por más que quieran apoderarse de mis ojos y cegarme la esperanza de
un nuevo viaje. Nací para espantar a los monstruos que diseñaron los miedos y
con ello reconforto a quienes viajan conmigo. De nada servirán las tormentas
que los huracanes provoquen porque saben que su batalla está perdida de
antemano ante su falta de argumentos. Este mar, mimado mar, soñado mar, en el
que me desenvuelvo se orienta con la estrella del sur que sólo los atrevidos
navegantes saben leer para evitar embarrancamientos en las arenas traicioneras.
De nada servirá que las jarcias templen malos augurios porque sé que allí,
desde lo más profundo de su ser, este mar, se alía conmigo y entre ambos
trazamos la vía láctea de los amantes perdidos, de las almas olvidadas, de los
robinsones ignorados. Haced como que no veis, no, lo desgastada que pervive mi piel de tanto
arponearse con los anzuelos del desencanto. En ellos, las redes traicioneras
capturarán al delfín imposible que esparcirá cabriolas risueñas al compás de
barlovento mientras el canto de sirenas intentará distraer a loa aguerridos
grumetes que se sueñan capitanes sin serlo. A ambos lados de mi torso las
anclas, rémoras de sueños
sobreviven capturando a los malos
presagios que consigo ignorar. Esta
tarde, como todas las tardes, en el pantalán de poniente, reposará mi paso. Y
una vez más, como todas las tardes, besaré silencioso a las olas que esparza
sobre mis ojos este mar de sueños, al que tanto debo, al que tanto quiero, al
que tanto necesito. Sin él, no tendría sentido mi vida adherida a la proa de un
barco llamado sentir.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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