viernes, 13 de marzo de 2015


 

 

     El cubo del hippy

El curso había avanzado lo suficiente como para ubicar a cada quien en su escalón de clase. Más inteligentes, menos inteligentes, más trabajadores, menos trabajadores, más cualificados, menos cualificados. Total, que a lo variopinto de la situación se le solía añadir alguna salida de tono que venía a romper la monotonía de las clases para regocijo general. Y tal sucedió aquella vez que nos tocaba trabajar con los prismas, ortoedros y todo tipo de figuras geométricas. Estaba clara la dificultad de plasmar en perspectiva lo que se exigía bidimensional sobre una pizarra negra y con algo de práctica acababas consiguiéndolo. Se abrió la carpeta de notas y sin necesidad de pedir voluntarios fue sacado a la tarima aquel que respondía al sobrenombre de hippy. Desde su look absolutamente rompedor rayano en lo permisible, su pantalón vaquero con flecos deshilachados en los bajos acompañaban a su cazadora vaquera sobre la que la psicodelia intentaba hacerse un hueco a lo flower power. De modo que ensimismado en sus pensamientos entre los que no figuraban los poliedros salió a escena. Le fue solicitado el trazo de un cubo y decidido tomó tiza. Quizás si se hubiese mencionado el trazo con el nombre ortodoxo de hexaedro habría tenido suficientes pistas, pero no fue así. Cogió el yeso entre sus dedos y sin temblor alguno dibujó el perfil de un cubo. Efectivamente, un cubo como el que habitualmente usaban nuestras madres para acarrear agua cuando era necesario. Al acabar y quedarse muda la clase la carcajada subsiguiente le sacó de su error. Rápidamente reaccionó y antes de que las últimas risas dejasen de oírse, le añadió un semicírculo en forma de asa con la que el boceto quedaba perfecto. Los ojos desorbitados de la hermana Gregoria no daban crédito. Lo que tenía que ser una explicación tridimensional sobre el cloruro de sodio acababa siendo un recipiente sobre el verter líquidos. Aquella última pincelada acabó por provocar el delirio más brutal que quijadas de compañeros hayan emitido nunca. Aquello marcó un antes y un después en el mundo de la geometría y demostró suficientemente la imposibilidad de casación entre el diseño matemático siguiendo las directrices clásicas y el sueño californiano de paz y amor. No dejo de tararear para mis adentros a Jim Morrison cada vez que por circunstancias varias, escasea el agua y ha de hacerse acopio para futuros riegos. He de reconocer que los rosales y lileros se ponen de su parte tarareando “Come on baby, light my fire”.
 
Jesús(defrijan)

No hay comentarios:

Publicar un comentario