El quiosco interior
Nació como fuente de ingresos para aquellos que
cursábamos el último año de internado. Justo en el hecho de la escalera, en la
planta baja se ubicaron dos armarios de madera que servirían de almacén de
provisiones. La idea era convertir los minutos de recreo en una expendeduría de
todo tipo de apetencias. Ahí, refugiados del resto, los almuerzos se tornaban
más apetecibles. Pasteles de chocolate competían con tortas de coca de yogurt
para aliviar al hambre matinal y a la par
conseguir unos ingresos para el viaje de final de curso. Dado que el
dinero circulaba con escasez, se nos antojó imprescindible la puesta en marcha
del crédito. De modo que conseguimos la cesión de una carpeta de anotaciones en
las que puntualmente aparecerían los deudores con su deuda en forma y
fecha convenientemente anotadas. Al cabo
de un tiempo, cuando la visita familiar
se produjese, dicha deuda quedaría saldada. Creo recordar que el sistema de
crédito sólo lo hicimos válido para el personal interno, ya que el externo o
mediopensionista podía pagar al contado y no era necesaria una bula especial
para ellos. Ahí empezamos a entender conceptos como condenación de deuda,
intereses cero, bancarrota…De nada sirvieron las innumerables promesas de
seriedad que nos hicimos los aprendices de comerciantes y cajeros de aquel
banco. Allí se apuntaba quien se apuntaba y quien no se apuntaba se olvidaba de
su deuda. Cada día las provisiones menguaban y la recaudación se limitaba a
unos nombres caligrafiados sobre aquel bloc de tapas rosas que acumulaba cruces
y deudas. Unos regalaban a quienes les pasaban apuntes, otros hacían la vista
gorda ante su amigo del alma, otros olvidaban apuntar al momento y dejaban de
recordar al deudor. Total, un negocio absurdo, pero eso sí, divertido. De
cualquier forma, el viaje soñado que se diseñó años atrás estaba a punto de
realizarse y tampoco era cuestión de desistir por no haber conseguido
suficiente financiación con los fosquitos o las caracolas de chocolate no
cobradas. Porque sí, eso sí, además de concluir nuestro bachillerato en aquel
internado del mejor modo posible, el viaje daría el toque de esplendor
definitivo a aquellos años de convivencia. Ya habíamos viajado a Mallorca y
esta vez sería un destino mediterráneo. Ya que el Mare Nostrum es tan amplio,
las opciones empezaron por el Peloponeso y acabaron en…..Definitivamente la
ilusión por viajar no iba de la mano de la financiación adecuada.
Jesús(defrijan)
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