El pelota guardián
Juraría que es él y sólo el temor a equivocarme
me ha impedido acercarme a preguntárselo. Bueno, el temor no, más bien el
ímpetu irrefrenable que desbocaría a mi puño buscando como final su mentón al
que tantas veces soñé acudir sin previo aviso. No es que me tenga por violento,
no; pero saber que aquel que actuó como guardián de silencios en las horas de
estudio, aquel delator inmisericorde que buscaba más la aprobación del amo que se ausentaba para fumar que el propio
compañerismo, creo que se merece que la historia le recuerde sus malos actos
con un buen crochet de derechas que lo noquee o lo deje sonado un rato. Menudo
elemento era y sospecho que sigue siendo. Cada vez que el concepto de chivato
pelota aparece, su rostro se hace
presente. A él le debemos múltiples castigos nacidos de una lista a la que nos
fue sumando el cetáceo en cuestión. Exhalaba por sus oídos lo que por su boca
no podía para mayor gloria y satisfacción de su protector. Aceptar ser el perro
guardián sin ser felino cuadrúpedo, por más doméstico que parezcas, sigue
aportándote la más viva imagen del perro sin pedigrí. El destino me lo ha
puesto próximo y me han llegado a la memoria los rostros enrojecidos de quienes
soportamos manos ejecutoras sobre la piel desde la enumeración que este esbirro
caligrafiaba. Así que tengo un duelo interno que me atormenta y no sé qué
opción tomar. O soltarle un guantazo a modo de recordatorio mientras le miro a
la cara con la esperanza de que su flashback haga el resto, o soltarle un
guantazo a modo de recordatorio y entregarle una lista en la que sólo figure su
nombre. No sé, no sé. Tendré que meditarlo tranquilamente y quizás preguntar al
recuerdo de mis amigos para no verme obligado a ser el único en opinar. Lo que
pasa es que probablemente me encarguen de su parte algún tortazo y tampoco es
cuestión de hincharle más los pómulos. Pero que no me quedo con las ganas de
hacerle saber quién soy y cuánto le debo, de eso no tengo duda. Al modo de
pagarlo le seguiré dando vueltas. Pero
que va a cobrar, eso está más claro que el agua. Entonces igual se arrepiente
cuando vea qué poco se consigue siendo el ayudante del carcelero por más
prebendas que te prometa y carantoñas te dedique.
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