Los consejos al pie
de la letra
Efectivamente, al pie
de la letra fueron seguidos los consejos dados desde casa. Supongo que cierta
paranoia comenzó a anidar en aquel tierno infante que era desde la cumplida
obediencia de los mismos. Estaba claro que tal y como me manifestase ante los
demás, así se manifestaría la imagen familiar y no era cuestión de mancillarla
de ninguna manera. Por eso, entre todas aquellas recomendaciones, la que más me
llamó la atención fue al encaminada a evitar las supuestas trampas promovidas
desde la autoridad. En concreto se me advirtió de la posibilidad de poner a prueba
la decencia de cada quien. Así debería estar vigilante a la aparición casual de
algún billete de veinticinco o de cien pesetas en los bajos de mi colchón. Caso
de que tal envés de mi descanso se mutase en provisional caja inesperada de
caudales debería comunicarlo inmediatamente para con ello dar fe de mi
integridad personal y por ende familiar. Omitiré los interrogantes que a mi
alrededor dejé sin contestar entre quienes dormían a escasos centímetros. Creo
que si alguno lee esto acabará entendiendo el porqué de mi constante mirada a
la búsqueda y devolución del inexistente billete que durante semanas llevé a
cabo mientras las camisetas de licra desprendían rayos de electricidad estática
al desnudarnos y cubrirnos con el pijama. He de confesar cierta desilusión ante
la ignorancia hacia mi persona por parte de los curas. O me tomaban por incapaz
de delinquir bajo ninguna tentación, o carecían de billetes que diseminar por
los somieres de muelles, o las sospechas hacia aquellos a los que se les suponía
tramperos franciscanos eran infundadas. Con el paso del tiempo fui entendiendo
en donde están los límites de la suspicacia ante la sospecha. Y también con el
transcurso de los años no logré quitarme de encima la sonrisa cada vez que por
recomendaciones del fabricante he de darle la vuelta al colchón. Creo que en el
fondo confío en la aparición de algún billete de curso legal y empiezo a dudar
de mí mismo a la hora de optar por la localización del dueño del mismo. Allí
comenzamos a perder la inocencia que tanto nos había acompañado en los años
previos y que en algún caso ya no regresaría jamás. Allí comprendí como existen
consejos que se han de seguir a rajatabla y consejos a los que no se han de de
dedicar demasiado tiempo.
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