viernes, 27 de marzo de 2015


     Los consejos al pie de la letra

Efectivamente, al pie de la letra fueron seguidos los consejos dados desde casa. Supongo que cierta paranoia comenzó a anidar en aquel tierno infante que era desde la cumplida obediencia de los mismos. Estaba claro que tal y como me manifestase ante los demás, así se manifestaría la imagen familiar y no era cuestión de mancillarla de ninguna manera. Por eso, entre todas aquellas recomendaciones, la que más me llamó la atención fue al encaminada a evitar las supuestas trampas promovidas desde la autoridad. En concreto se me advirtió de la posibilidad de poner a prueba la decencia de cada quien. Así debería estar vigilante a la aparición casual de algún billete de veinticinco o de cien pesetas en los bajos de mi colchón. Caso de que tal envés de mi descanso se mutase en provisional caja inesperada de caudales debería comunicarlo inmediatamente para con ello dar fe de mi integridad personal y por ende familiar. Omitiré los interrogantes que a mi alrededor dejé sin contestar entre quienes dormían a escasos centímetros. Creo que si alguno lee esto acabará entendiendo el porqué de mi constante mirada a la búsqueda y devolución del inexistente billete que durante semanas llevé a cabo mientras las camisetas de licra desprendían rayos de electricidad estática al desnudarnos y cubrirnos con el pijama. He de confesar cierta desilusión ante la ignorancia hacia mi persona por parte de los curas. O me tomaban por incapaz de delinquir bajo ninguna tentación, o carecían de billetes que diseminar por los somieres de muelles, o las sospechas hacia aquellos a los que se les suponía tramperos franciscanos eran infundadas. Con el paso del tiempo fui entendiendo en donde están los límites de la suspicacia ante la sospecha. Y también con el transcurso de los años no logré quitarme de encima la sonrisa cada vez que por recomendaciones del fabricante he de darle la vuelta al colchón. Creo que en el fondo confío en la aparición de algún billete de curso legal y empiezo a dudar de mí mismo a la hora de optar por la localización del dueño del mismo. Allí comenzamos a perder la inocencia que tanto nos había acompañado en los años previos y que en algún caso ya no regresaría jamás. Allí comprendí como existen consejos que se han de seguir a rajatabla y consejos a los que no se han de de dedicar demasiado tiempo.

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