jueves, 20 de noviembre de 2014


       20 de Noviembre

 

Desde luego hay fechas en las que el calendario se empeña en vestirse de luto. Y esta de hoy parece ser una de ellas. Hace ya bastantes años, aquellos alevines que fuimos, trenzábamos coronas a la memoria de un falangista fusilado en una cárcel alicantina por “las hordas infames que blandían hoces y martillos” para acabar con nuestra estirpe. He de reconocer que, compungidos, llegamos a llorar dicha muerte a los sones del himno que nos dirigía las miradas al Sol. Criaturas inocentes que soñábamos ser de mayores  réplicas de los mayores que así nos lo inculcaban desde el movimiento inmóvil del yugo con flechas. Pasaron los años, y el inmortal decidió morirse. Y mire usted por donde, elige la misma fecha. Casualidad de casualidades que el lloriqueo televisivo lazó  un nudo en la garganta a quien anticipó nudos gordianos imposibles de deshacer. Ni Alejandro Magno tardó menos en deshacer el suyo, por más intentos que lucharon por que siguiese atado y bien atado. De modo que tal fecha, el 20-N siempre se ha sentido teñida de las solemnidades que todo luto conlleva, para mayor desgracia suya. Hasta hoy. Hoy, la vitalidad que se ayuda de un buen bolsillo ha decidido colorearlo. Supongo que a casualidad habrá hecho coincidir el óbito con aquellos anteriores para esparcirles una mano de pintura de colores mientras los faralaes se abren al palmeo. Olé por quien ha sabido vivir como a muchos nos gustaría. Todo pareció resbalarle a quien siempre tuvo un espíritu hippie nacido de del respaldo económico que la herencia le otorgase. Reconozco que me rindo a los efluvios del brandy que lleva por nombre su excelso título. Sea Grande de España de nuevo quien es capaz de destilar semejante maravilla. Ahora bien, aquí mi duda aparece en el tablao de la fanfarria para preguntarme a mí mismo si semejante icono de modernidad será capaz de conseguir, que aquellos adustos que la precedieron en tal fecha se animen a bailar las sevillanas que  les propondrá. Me imagino que necesitará unas buenas dosis de rebujitos esparcidos por las mesas coloridas mientras los rasgueos compiten con las palmas de las almas, hasta hoy, en pena. Veo expandirse los farolillos para dar luz a quienes siempre se empeñaron en vivir entre tinieblas. Veo a los claveles reventones invadiendo chaquetas cuarteleras a modo de insignias. Veo las calesas repletas de admiradores que le rendirán la penúltima pleitesía mientras en la maestranza del más allá suenan clarines y trompetas. Dejo de ver, porque tanto arrikitrán me está cegando la sesera. Sólo me cabe un consuelo. Es de de saber cómo a partir de hoy, a los niños del Benelux ya no podrán atemorizarlos  más con la llegada del duque. Sabrán que su sucesora pasó de meter miedo porque  ni siquiera  a la muerte, se lo tuvo.

 


 

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