jueves, 20 de noviembre de 2014


       El beso

 

Más allá de los postulados de la copla que limitan su entrega al auténtico amor; más allá de los cortes censores de aquellas películas que acabaron en las trastiendas de los cinemas  paradisos; más allá de las fotografías robadas a los bulevares parisinos; más allá de todo esto, ahora resulta que se ha convertido en un transmisor de bacterias según sesudos estudios de sesudos estudiosos que en sesudos laboratorios han teorizado al respecto. Y digo yo que podrían haber dedicado su tiempo a explicar los beneficios que aporta cuando es compartido. Da lo mismo si lo dirige el amor, la pasión, el celo. Da igual si lo sabemos efímero o perpetuo. Lo significativo en sí del beso estará en el instante que se convierte en eterno cuando  depositamos en lo común lo que hasta entonces dormitaba solitario. Puede que en ese mismo instante los microorganismos empiecen a entender la verdadera labor que la ciencia les otorga. Quizás descubran que ningún antibiótico mejor habrá que aquel nacido de la necesidad de compartir verbos paridos por el deseo al tálamo de los labios cuando el dosel de la boca  se decora de verdades. El eco de los “te quieros”  abrirán la partitura con la que los sonidos cubrirán cúpulas de firmamentos. Serán preludios o  epitafios según dispongan  los caprichosos disparos de las saetas de Cupido. Nacen para perecer enfrente y el castillo de artificios que conjugan en las noches no puede negar su certidumbre. Quitan alientos para que la sed desaparezca cuando atravesamos el desierto de la soledad. Y en ellos el oasis reverdece proyectando las sombras que de las palmeras de abrazos emergen. Piel a piel, ninguna arena movediza será capaz de sepultarlo en los sarcófagos funerarios que engullen los desamores. Si estos hubieran de venir, llegarán con la advertencia de que quienes besaron son capaces de amar como sólo la verdad dispone. Ni siquiera la venganza de la estatua becqueriana podrá cobrarse el precio de envenenar al néctar que la corola dispone. Y así ha sido, así será y así debe de ser. Ya pueden empeñarse las probetas del laboratorio en proclamar las penitencias a cumplir por los besantes, que nada será capaz de evitar que florezcan, ni evitar que se pidan, ni evitar ser robados, como sólo son robados los preciados tesoros que guardan dentro de sí quienes los enterraron a medias para que fuesen descubiertos cuando ya se daban por y perdidos. Por tanto dejo las teorías en los atriles del dogma y, con o sin vuestro permiso, paso a besaros y que las bacterias del cariño corran a su antojo como sólo lo hacen los antojos deseados.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario