La mala gente
Nada más
titularlo me arrepentí. No, no sería a ellas, a las malas gentes a las que
dedicaría mis letras. Entre otros motivos porque quizás supusieran que me las
he copiado, que las he hurtado de algún otro lugar o que simplemente son
insignificantes. Puede que esta última suposición sea cierta, pero qué le voy a
hacer, al menos a mí me satisface el
hecho de plasmarlas. Vaya, no quería darles protagonismo y mira por donde ya
empiezo a justificarme ante quienes no lo merecen. Así que mejor dirigiré la
mirada a aquellas que llevan consigo el cartel de buena gente. Esas personas
que por principio son capaces de extraerte una sonrisa sólo con mirarte a los
ojos. Esas que escuchan sin imponer sus criterios para que tus desahogos tengan
significado más allá de tu interior. Esas
a las que no les importa perder el tiempo contigo porque en realidad lo
ganan. Esas personas como tú, y como tú
y como tú también, que son permeables a los sentimientos hasta el punto de
dolerles tus daños y regocijarles tus alegrías. Quienes gozan de tu cercanía
porque saben que nada impune de ti les llegará y serán capaces de perdonarse el
no haberte sabido comprender si sucediese lo contrario. Puede que más de uno
piense en lo absurdo de estas expectativas y catalogue de ilusorias a tales
esperanzas. Puede. Sólo necesitará el momento de reflexión mínimo sobre el que
valorar la postura maniquea de la bondad. Más de una vez los cuervos
catalogarán esa actuación a su modo y manera y reirán ante la inocencia de
quien opte por la opuesta. Seguro que buscarán en la mofa de los corifeos los
argumentos a su pensar. Dejémosles que así continúen hasta que la vida les
demuestre o les devuelva el cambio que se han ganado a pulso. Torvos
planteamientos que teñirán de codicias a las alas negras que les impedirán
volar. Bastante tienen desconociendo que en la torre londinense de su
existencia, alguien se encargó de amputarlas. Vivirán bajo la niebla y su
mirada irá baja para salvar las trampas que a su caminar sospechen que se han
tendido. Ni siquiera el pensarse pertenecientes al grupo mayoritario les
aportará razones. De cualquier modo, si en algún momento, cualquiera de
nosotros fuésemos colocados por las opciones de la vida en el platillo erróneo,
siempre podremos rectificar. La vida es demasiado breve como para dejar a
nuestro paso un rastro de inmundicia que ni la más furiosa lluvia sería capaz
de diluir con la tormenta del arrepentimiento. Voy a mirarme al espejo por si
acaso.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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