lunes, 17 de noviembre de 2014


       La mala gente

 

Nada más titularlo me arrepentí. No, no sería a ellas, a las malas gentes a las que dedicaría mis letras. Entre otros motivos porque quizás supusieran que me las he copiado, que las he hurtado de algún otro lugar o que simplemente son insignificantes. Puede que esta última suposición sea cierta, pero qué le voy a hacer, al menos a mí me satisface  el hecho de plasmarlas. Vaya, no quería darles protagonismo y mira por donde ya empiezo a justificarme ante quienes no lo merecen. Así que mejor dirigiré la mirada a aquellas que llevan consigo el cartel de buena gente. Esas personas que por principio son capaces de extraerte una sonrisa sólo con mirarte a los ojos. Esas que escuchan sin imponer sus criterios para que tus desahogos tengan significado más allá de tu interior. Esas  a las que no les importa perder el tiempo contigo porque en realidad lo ganan.  Esas personas como tú, y como tú y como tú también, que son permeables a los sentimientos hasta el punto de dolerles tus daños y regocijarles tus alegrías. Quienes gozan de tu cercanía porque saben que nada impune de ti les llegará y serán capaces de perdonarse el no haberte sabido comprender si sucediese lo contrario. Puede que más de uno piense en lo absurdo de estas expectativas y catalogue de ilusorias a tales esperanzas. Puede. Sólo necesitará el momento de reflexión mínimo sobre el que valorar la postura maniquea de la bondad. Más de una vez los cuervos catalogarán esa actuación a su modo y manera y reirán ante la inocencia de quien opte por la opuesta. Seguro que buscarán en la mofa de los corifeos los argumentos a su pensar. Dejémosles que así continúen hasta que la vida les demuestre o les devuelva el cambio que se han ganado a pulso. Torvos planteamientos que teñirán de codicias a las alas negras que les impedirán volar. Bastante tienen desconociendo que en la torre londinense de su existencia, alguien se encargó de amputarlas. Vivirán bajo la niebla y su mirada irá baja para salvar las trampas que a su caminar sospechen que se han tendido. Ni siquiera el pensarse pertenecientes al grupo mayoritario les aportará razones. De cualquier modo, si en algún momento, cualquiera de nosotros fuésemos colocados por las opciones de la vida en el platillo erróneo, siempre podremos rectificar. La vida es demasiado breve como para dejar a nuestro paso un rastro de inmundicia que ni la más furiosa lluvia sería capaz de diluir con la tormenta del arrepentimiento. Voy a mirarme al espejo por si acaso.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario