Hoy
Tan perecedero como su propio nombre indica
suele transportar en sus alforjas a las urgencias sobre el corcel desbocado de
la prisa. Queremos todo para hoy como si el ayer no nos hubiese servido de
aprendizaje hacia la pausa y el futuro fuese un telón de amianto tan difícil de
correr como temeroso de descubrir. Necesitamos el presente a modo de bombona de
oxígeno para nuestra diaria inmersión en la que sumergir nuestros sueños para
evitarnos las pesadillas. Y en esas aguas tranquilas el eco del silencio
intentará transmitirnos la paz que tan a menudo se nos niega como queriendo
acelerarnos a no se sabe dónde ni con nadie sabe quién. Estamos dispuestos a
ningunear lo pasado por si en él nos aparece algún error insoluble que todavía
no ha cicatrizado en nuestro interior y nos recrimina lo hecho. Estamos
dispuestos a afrontar lo siguiente con las credenciales de la certidumbre que
la soberbia del engreído o la chulería del temeroso propongan. En ambas
circunstancias la fugacidad estará
adosada al presente y puede que no nos demos cuenta. El Carpe Diem lanzado a
los vientos sin la convicción necesaria no será más que un brindis al sol en
día nublado. Somos cuánto queremos ser y cualquier excusa derivada hacia la
obligación o la devoción, no sirve más que para segar pajas en ojos ajenos a modo de recolecta absurda de las mieses no granadas. Alguien dijo en
una ocasión que sólo los egoístas son felices porque se quieren sin juzgarse y
no atienden a enmiendas ajenas. Así que desde hoy el planteamiento deberá ser
contrario al exhibido hasta la fecha para que los presentes entiendan de la
importancia que tienen. Nada suena más a lamentable que el lamento por no haber
sido capaces de realizar aquello que se deseaba y que fuimos postergando por el
miedo a la vergüenza, a la timidez, a la indecisión. Decidido. Desde mañana habrá
que empezar a considerar al hoy como presente inmune a cualquier censura que
quiera mostrarse como inquisidora y mandar un remite de menosprecio a los
candados que silencian a las voluntades, por más que se empeñen en que así no
procedamos. Puede que se gane con ello el calificativo de egoísta, pero no en
balde se han abierto las ventanas y las ventiscas de otoño formarán remolinos
en los que envolver definitivamente a los reparos.
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