Olga María
Estimada
señorita:
No he podido
por menos que interesarme por su persona al dar por válidos los comentarios que alababan
su belleza caribeña. Efectivamente, así
es. No en balde su país tiene a gala ser uno de los más reconocidos en
cualquier certamen al uso en el que tal virtud salga a escena. Mi enhorabuena,
Olga María. Dicho lo cual no dejo de preguntarme, intentando no traspasar la línea
de la morbosidad, por el tipo de encantamientos que nacidos de su persona han
conseguido que un servidor público se convirtiese en sobrecargo de las líneas aéreas
que unen a la Península con las Afortunadas. Y lo de sobrecargo no va con
segundas. No, por dios, no crea que estoy enumerando sus méritos ni estoy
contabilizando los costes. Cualquier inversión en el amor, por principio, tiene
mi beneplácito y no pienso penalizar el caso en cuestión. ¿O acaso nos
olvidamos que allí vieron la luz los más
insignes conquistadores que cruzaron meridianos? ¿El derecho que tuvieron
aquellos a actuar como tales hemos de negarlo a los presentes? No, claro que
no. Es más, aquellos impusieron religiones y actuaron por las bravas al
aniquilar culturas. ¡Quién sabe si en estas nuevas conquistas no se esconde el
arrepentimiento y la penitencia a pagar es más dolorosa que los envidiosos
creen! Nada más romántico que ver volar gaviotas sobre los azules cielos que
los Sabandeños entonan con las Isas
correspondientes. Seguro que si Mencey resucitara erigiría en su honor, querida (es un decir) Olga, una
escultura par en la que sus rostros estuviesen tan unidos que darían testimonio
de la hermosura del amor. Las nieves del Teide se licuarían ante tanta pasión y
el Gran Drago extendería sus sombras hasta Garachico. Pero mientras esa
posibilidad no aparezca, querida (es un decir, por segunda vez) Olga María,
haga usted el favor de emprender el viaje. Debe seguir vigente el derecho a
reducción de precio por parte de las compañías aéreas y sería un detalle evitar
gastos que pagamos todos. Más que nada para dar ejemplo y además para que el
amante en cuestión se sienta valorado. Mientras se lo va pensando le sugiero la
posibilidad de salir a la palestra para
convertirse en la Lady Godiva a la que la historia le atribuye la compasión
ante los sufrimientos y apuros de los comunes que comprobaban cómo sus
contribuciones se malgastaban impunemente a manos de virreyes mal coronados.
Afectuosamente,
un admirador
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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