A vivir
que son dos días
Su propio eslogan invita al
optimismo que tanta falta nos hace en estos tiempos de crisis que nos toca
sufrir. Javier del Pino y unos magníficos colaboradores mantienen una velocidad
de crucero equidistante entre el aprendizaje, el ocio, las novedades, la buena
música y la risa. Sí, la risa inteligente que no necesita de voces en of para resultar creíble. Y para muestra un
botón. Esta mañana, acompañando al cielo
gris y al recuerdo gris, le tocó el turno de intervención a Ramón Lobo. Un
señor que en la brevedad de sus textos enseña más que muchos en la extensión de
sus tomos. Hoy, Ramón Lobo, se decantó por el titulado “La Iglesia y el sexo”.
Y se ha encaminado a rememorar la
historia que desde mi torpeza intentaré refrescar. Resulta, según Ramón, que un sacerdote hace años cayó enfermo y fue
hospitalizado. Debido a las coincidencias del destino, en sus días de
convalecencia, un recién nacido en el mismo hospital, vaya usted a saber por
qué, pasó a ser huérfano. De modo que las monjitas caritativas, cogieron al
neonato y lo depositaron al lado del cura mientras dormía. Quizá la anestesia
mal eliminada o la creencia ciega en los milagros provocasen que al despertar,
éste, asombrado, creyera que el cielo se
lo enviaba, y lo adoptó. Pasaron los años, y un día en el que sintió la
necesidad de confesarle la verdad sobre su origen, se sentó frente a él y a
punto estaba de confesarse cuando el adoptado hijo le interrumpió diciéndole,
que ya suponía desde hace tiempo que él no era su padre. El sacerdote en
cuestión, con lágrimas en los ojos, así lo reconoció a la vez que se quitaba un
peso de encima diciéndole que efectivamente, él, era su madre, y el verdadero
padre gobernaba sobre una diócesis desde hacía años.
Sin más comentarios que
escuchar, he tenido que pausar el desayuno a riesgo de atragantarme ante
semejante muestra de ironía dominical. Acabo de comprobar cómo el cielo ha
recobrado su luminosidad y me dispongo a dar las gracias a las ondas que son
capaces de despertarnos con uno de esos días que la vida nos regala. Del otro
ya se encargan los cuervos y desde luego resulta menos atractivo.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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