jueves, 27 de noviembre de 2014


      Un santo varón

“Comprendiendo mis padres que yo era, desde niño un arcángel tutelar, quisieron que estudiase la carrera, y fuera sacerdote, no seglar….” Así comienza la canción cuyo título encabeza estas líneas. Al hilo de la actualidad junto a los innumerables casos  de corrupciones miles, están aflorando las libidinosas prácticas de unos clérigos lascivos. Unos servidores de la fe que entendieron que el mejor método para saltarse el celibato era el puesto por ellos en marcha. Unos tunantes de sotanas negras que han teñido el alzacuellos con los óleos de la sinvergonzonería del abuso basado en su propio credo. Quizás si el tan traído y llevado voto de castidad se regulase esto no habría pasado. Puede que si a los considerados carnales pecados se les eximiesen de tanta culpa, el hombre que se antepone al cura habría tenido la posibilidad de ejercer como segundo siendo el primero su cargo libre de carga. Y ahí es cuando la letra de la canción que da título a este texto vuelve a ponerse de moda. Además de recomendar su audición os anticiparé cómo un joven al que sueñan sacerdote se anticipa y decide ser seglar, tras no pocas luchas internas entre el deseo propio y el deseo ajeno por verlo en los altares oficiando sacramentos. La chanza, la carcajada, está asegurada. Pero lejos de las notas musicales que pudieran amenizar noches en garitos varios, la verdadera cuestión sigue sin resolverse. No se trata de magnificar con argumentos  fílmicos el morbo que llevaría al paso previo por la taquilla. Se trata sencillamente de considerar lo absurdo del planteamiento que olvida la condición de hombre que cualquier sacerdote lleva desde que nace. La extensa lista de primas y tías que ejercieron de amas de compañía y cuidado de los mismos, daría fe de lo que la fe escondía. Tan injusto resultaría incluir a todo el clero en este rebaño como negar la evidencia para preservar a la recua de pastores en conjunto. Lo que a todas luces resulta inadmisible es el aprovechamiento de la superioridad moral para saciar tus apetencias con indefensos bajo tu tutela. Quiero pensar que algún día llegará en el que la norma normalice lo anormal. Posiblemente en algún Concilio venidero se regule las querencias de los servidores divinos y no por ello dejarán de ejercer su misión. Muchos hemos visto como llegaron reformas anteriores y el mundo no se vino abajo. El practicar o no, ya cada uno lo decidiremos. Pero poner paños calientes a la injusticia además de restar credibilidad a los postulados genera rechazo firme. Por cierto, el estribillo de la canción mencionada dice  “huir de mundanos, livianos placeres, ¡yo quiero ser padre, pero sin mujeres!”  Pues eso.

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