. Claudia
Podría
decirse de ella que la simpatía se cuelga de su rostro para exhibir al camafeo que cubrirá la nuez de los
agraciados con su cercanía. Llegó con los vientos de levante que Eolo decidió
dirigir al mar interior donde las aguas
nacen, donde las aguas fluyen, donde las aguas nunca se tiñen de negro. Trajo
bajo su piel el ímpetu del Vesubio para dejar constancia de que las lavas de su
elegancia batirían las laderas con el
fuego propio que renunciaría a sepultar a la Pompeya que la acogió. Más bien,
sería su mar de alegrías el que derramaría olas de gratitud y deseos de
aprender desde el lado cooperativo que desconoce de fronteras por saltarlas en
búsqueda de nuevos alicientes que acumular en su mochila. Ella, sacerdotisa del
templo de la elegancia, supo fusionar entre
valles y cerros el encanto al que difícilmente fueron capaces de resistirse los
gladiadores voluntarios que ofrecieron sacrificios gustosos en las arenas del
coliseo agradecido. Hubiese sido suficiente su presencia para derrumbar los
cimientos de las murallas alzadas por las numantinas reticencias. Y así pasó.
De puntillas para no pisotear, sabiéndose dueña de los méritos de su caja de
Pandora, fue derramando actitudes de saber estar y saber asimilar para
llevarlas consigo. Quizás el mismísimo Neruda le habría aconsejado al cartero
la composición poética merecedora de tal belleza si el tiempo se hubiese
detenido para hacerla presente. Puede que entonces hubiese sido capaz de
reconocer los cánones etruscos de la belleza máxima que huye de patrones ficticios
para hacerse terrenal. Y habría acertado
de pleno en los versos que al punto trazase desde la dicha de su compañía. De
cierto que la mismísima Beatriz envidiaría desde el Averno la hermosura que la
guía y bajaría la cabeza pudorosa al ver cómo Dante cambiaba de musa. Se ha
ido, se ha mudado, pero permanecerá aquí. El escenario que las cuestas diseñan
y los ríos esculpen entre las noches pobladas de luces ya la extrañan. Saben
que Claudia, la amiga Claudia, siempre tendrá en su corazón un hueco reservado
para quienes tuvieron la suerte de conocerla.. Eso nadie, ni siquiera, los que
tengan la fortuna de compartir su futuro, podrán evitarlo, por más que se
empeñen.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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