lunes, 24 de noviembre de 2014


      El meu xic

Supongo que por no tenerlo acabé por adoptarlo como hermano menor. Es el típico representante de la paciencia quien detrás de su mirada esmeralda la transmite   a quienes tenemos la fortuna de compartirle horas. Horas en las que las risas aplauden nuestro trayecto diario en el que el sueño intenta hacerse un hueco y casi nunca lo consigue. De él puedes esperar cualquier cosa menos que se convierta en el Vellido Dolfos que aseste puñaladas para conseguir beneficios. Es lo que se conoce como buena gente y que para otras que no lo son pasaría como representante supremo de la inocencia. Este murciélago cuatribarrado sobre el paño gualda corona las pasiones del fin de semana con la utopía de la esperanza que sabe improbable mientras en anfiteatro sueña con ser Olimpo de dioses terrenales. Pulcro hasta la extenuación, redimirá meteduras de patas de quienes por más tiempo que practiquemos seguiremos errando para buscar en él la solución. Ni siquiera hará honor a su nombre sacudiéndose las sandalias al abandonar el territorio que tanto le debe. Generoso, pasará página y se encomendará al destino para que el destino juzgue y adjudique sentencias. Este descendiente directo de Giacomo Casanova  es capaz de cabalgar a lomos del aluminio como si el caballero andante que le viste necesitase de una nueva aventura por la que encaminar sus pasos. No, no será una ecuación irresoluble la que nazca de su interior, porque sabe que los planteamientos absurdos jamás obtendrán la respuesta válida. Todo teorema que los clásicos expandieron le llegará para que demuestre la racionalidad del crédito. Y a la par, el aguijón del escorpión que tímidamente esconde sobre el apéndice de su cola, amenazará sin dar por más deseos que le acudan. Sabe que la cicuta que de allí saliese causaría más daño que el merecido y no se lo perdonaría. Es, como ya habéis visto, un gran ser del que me siento orgulloso, del que soy compadre y del que siempre, os lo aseguro, os podréis fiar. Sé que sonreirá al leer estas letras y simulará vergüenza ante tal desnudez. Pero sabed que el marco que merece debe de estar a la altura de la visión que la amistad  ha dictado. Él ya se encargará de tomar medidas sobre la pared en la que habrá de taladrar el orificio para que la escarpia  equilibre sus excesos.

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