martes, 4 de noviembre de 2014


       Bob y Pam

 

Peinaba el tupé como el aguerrido rockero que no era,  quizás con la intención de desviar la vista de aquellos que la dirigían a su mano diestra. El destino había querido ubicarlo en el grupo de seres que por comparación suelen verse inferiores sin serlo y así vivió sus años de adolescencia. Nada más allá del enfado mal disimulado por quien poseía la virtud escondida de saber querer como pocos y ser poco querido como los tantos.  No había tenido oportunidad de demostrarlo en esta sociedad en la que las oportunidades vienen bajo el celofán del modelo deseable y él, no lo era.  Ella apareció como de la nada y tras su mirada indefinida, unos ojos atenuaban  a la ignorancia que desde dentro  pugnaba por mostrarse como igual ante los diferentes. Así les llegó el encuentro y así decidieron emprender el sin rumbo que la carencia anima. Paseos a compás cogidos de la mano que ya no se ocultaba y que lucía orgullosa ante aquellos que les intentaban ningunear. Una capa de paciencia vino a sumarse al impermeable que el tiempo fue tejiendo sobre las cansadas espaldas de quienes soportaron burlas. Eran y se sentían superiores porque el escalón al que habían ascendido sólo los valientes se atreven a subirlo dejando en la barandilla, relegando al pasamanos  las opiniones lacerantes  que poco daño les causaban ya. Vivieron la pasión desde esta parte que la barra del bar promueve ofreciendo paraísos a los que ignoran que ya lo han conseguido. No necesitaban más que la sombra del otro para que el uno se hiciese presente. En alguna ocasión la daga de los celos atravesó por su portal e intentó hacerse fuerte en la alacena de su corazón y no pudo. Las lágrimas se sumaban en aquellos que tantas veces las contuvieron  para regar de nuevo el futuro incierto en el que se soñaban. Se dejaron nombrar con los nombres de moda que la televisión puso en primera fila y por más que alguna risa escuchasen, se sabían envidiados, se sabían felices, se sabían uno. Traspasaron la difusa línea de la razón desde los brazos destilados y el último capítulo cerró aquella historia de amor. Él dejó un hueco que ella no logró rellenar, Ella, cada vez que los vientos giran a su favor, viene a depositarle las silvestres que tantas veces recibió de su parte mientras los días de lluvia presagiaban la alegría de su nuevo sustento. 

 

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