El muro
Veinticinco años ya, bodas de plata. Aquel nueve
de Noviembre lo imposible se convirtió en real y el cemento que asfixió durante
tantos años a unos impidiéndoles el paso libre queda como muestra de lo que el
ser humano puede llegar a ser si se empeña en convertirse en carcelero de
voluntades ajenas. Los restos que se alzan a modo de testigos dan fe de la
desesperación que vivió pegada a las paredes de aquellos cuya única misión
consistía en obedecer los dogmas. Aquel
año, aquel día, la euforia se hizo un
hueco y a codazos derribó opresiones. O al menos eso fue lo que se soñó. Han
pasado cinco lustros y los el muro visible ya no existe. Ha sido sustituido por
otro mucho más sibilino que se nos alza sin que nos demos cuenta de la exoneración
de derechos que nos trae. En aras a la globalización, lo que debió ser una
sociedad más justa, se ha convertido en un mercado salvaje en el que cuatro
pastores sin escrúpulos manejan al
rebaño a su antojo. Y nosotros, paciendo pacientes ante las injusticias y dando
por bueno cualquier postulado que nos exhiba la imposibilidad de eliminarlas. Nada
más horrible que vivir sometidos a los dictados de hoces, martillos, yugos,
flechas…Nada más horrible, excepto la sensación de haber sido engañados por
aquellos que mostraron la senda hacia el edén de la sociedad igualitaria y que
acabaron con las ilusiones. O quizás no; quizás aún estamos a tiempo de darle
la espalda a doctrinas que juegan con las vidas presentes y futuras a modo de ajedrez
caprichoso. Han mudado de sitial a los prebostes para que el sistema continúe
ofreciendo el maná de la desigualdad con el que subsistir por encima del
cercano. Y mientras, las miserias repartiéndose a modo de boletos agraciados
con el reintegro de la conformidad. Ese, ese es el auténtico muro que habría
que derribar sin esperar a que pasen otros tantos años y nuestros descendientes
nos culpen de no haber sido capaces de cargar, con los mazos de la razón, ante tal muro. Quizás aún estemos a tiempo de dar
la espalda a los magos del engaño y dar una oportunidad a la Utopía. Así que, mientras
hoy, nueve de Noviembre sigan pasando las imágenes que vimos en vivo, desempolvaré
el vinilo de Pink Floyd y soñaré al escucharlo de nuevo, que todo es posible si
todo se sueña.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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