domingo, 9 de noviembre de 2014


      El muro

 

Veinticinco años ya, bodas de plata. Aquel nueve de Noviembre lo imposible se convirtió en real y el cemento que asfixió durante tantos años a unos impidiéndoles el paso libre queda como muestra de lo que el ser humano puede llegar a ser si se empeña en convertirse en carcelero de voluntades ajenas. Los restos que se alzan a modo de testigos dan fe de la desesperación que vivió pegada a las paredes de aquellos cuya única misión consistía en obedecer los dogmas.  Aquel año, aquel día, la  euforia se hizo un hueco y a codazos derribó opresiones. O al menos eso fue lo que se soñó. Han pasado cinco lustros y los el muro visible ya no existe. Ha sido sustituido por otro mucho más sibilino que se nos alza sin que nos demos cuenta de la exoneración de derechos que nos trae. En aras a la globalización, lo que debió ser una sociedad más justa, se ha convertido en un mercado salvaje en el que cuatro pastores  sin escrúpulos manejan al rebaño a su antojo. Y nosotros, paciendo pacientes ante las injusticias y dando por bueno cualquier postulado que nos exhiba la imposibilidad de eliminarlas. Nada más horrible que vivir sometidos a los dictados de hoces, martillos, yugos, flechas…Nada más horrible, excepto la sensación de haber sido engañados por aquellos que mostraron la senda hacia el edén de la sociedad igualitaria y que acabaron con las ilusiones. O quizás no; quizás aún estamos a tiempo de darle la espalda a doctrinas que juegan con las vidas presentes y futuras a modo de ajedrez caprichoso. Han mudado de sitial a los prebostes para que el sistema continúe ofreciendo el maná de la desigualdad con el que subsistir por encima del cercano. Y mientras, las miserias repartiéndose a modo de boletos agraciados con el reintegro de la conformidad. Ese, ese es el auténtico muro que habría que derribar sin esperar a que pasen otros tantos años y nuestros descendientes nos culpen de no haber sido capaces de cargar, con los mazos de la razón,  ante tal muro. Quizás aún estemos a tiempo de dar la espalda a los magos del engaño y dar una oportunidad a la Utopía. Así que, mientras hoy, nueve de Noviembre sigan pasando las imágenes que vimos en vivo, desempolvaré el vinilo de Pink Floyd y soñaré al escucharlo de nuevo, que todo es posible si todo se sueña.     

 

 

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