Inma
Trazar el boceto de quien has
visto crecer y ahora comparte tus horas laborales suele ser un ejercicio arriesgado. Pero en la
asunción del riesgo a equivocarme, a sonar a falso, a saber a desmedido
prefiero desequilibrarme antes que permanecer callado. Así que esparciré los
tubos cromáticos sobre la paleta inmaculada y que los pinceles del cariño
dispongan a su antojo la concepción de tal lienzo. Pero por si acaso ya
anticipo que no pienso ni quiero ser imparcial porque la imparcialidad no debe
tener un hueco en la manifestación de los sentimientos. Y cuando el rubor
camuflado acuda a su rostro con su sonrisa esparcirá aquiescencias como
agradecimientos tímidos que la corrección impulsa. No, no lograrás, por más que
te empeñes en derrocar a las columnas de sus convicciones sobre las que su
templo se erige. Sabrás enseguida que el centauro arquero que la guía cabalga
sobre la firmeza y el friso de su mirada hablará por ella. Verás como la
compasión hacia el débil surge desde la fumarola que su interior tiene presta
para el auxilio. Y por más que manifieste quejas, notarás que las lanza a modo
de boomerang para que regresen a ella y darles solución. Ha nacido para asumir
un papel que a veces ha sentido como armadura pesada y ella lo ha moldeado a su
voluntad. Porque si de algo va sobrada es de tesón. Quienes han tenido la
posibilidad de ponerla a prueba lo han comprobado. Ha sufrido por otros como si
fueran ella misma sin derramar una lágrima de queja que derruyese sus almenas.
Exige sin imponer tanto como ella está dispuesta a demostrar convirtiéndose en
la contramaestre del bajel que ha de surcar los mares de la ignorancia hasta
llegar al puerto de la verdad. Y siempre vigilando la línea del horizonte sobre
la que trazar cartas de navegación hacia los sueños posibles. De haber nacido
en otra época, seguro que habría optado por la Ilustración sobre la que
aparecería como heroína de las fábulas que culminan las moralejas. Nació para
las tizas y ellas se lo agradecen cada vez que se arrodilla a modo de penitente
sobre el altar de madera en el que oficia de sacerdotisa. Sabed, en fin, que si
alguna vez necesitáis de ella, por peregrina que sea la causa, saldrá en
vuestro auxilio. Nació para querer y su cariño sale por sus poros, por más que
su timidez se empeñe en ocultarlo. Concluyo, un último trazo, y ya. Sé, porque
la conozco, que me pensará excesivo. Me da igual. El lienzo nació y la concepción de su imagen así
la he sentido.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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