Aquella tarde de Febrero
El día amaneció como de
costumbre entre los brazos de las escarchas que desde los Tornajos daban paso a
la luz diluyente de las cuestas. Como todos los Febreros, San Blas esperaba el
turno de su celebración y anticipándonos a la fiesta, lo vi nacer. Había sido
gestado desde la gratitud que merece la cuna que te ha aportado tantas
vivencias que el único esfuerzo radicó en conseguir equilibrar las emociones
para hacerlas partícipes. Fueron meses en los que la vista de los ayeres
salieron al encuentro de quien necesitaba exponer la alegría que suponía el
reconocimiento a la aportación callada de rincones, calles, cuestas. Ellos
fueron esculpiendo con cinceles de versos el sendero que la memoria precisa `para
no dejar hueco al olvido. Un olvido
imposible para quienes lo hemos y seguimos viviendo en un constante ir y regresar. Un olvido a
evitar en quienes no han tenido la posibilidad de entender la grandeza de
pertenecerle. Así, en veintiocho escalones, en veintiocho etapas de un paseo de
sueños, el sendero fue trazado y sacado a la luz. Pronto despareció la
inquietud del primerizo que me vestía de dudas y los versos fluyeron. Allí los
presentes, allí los ausentes, allí los recordados, allí los no olvidados, fueron
desfilando desde el portal de la evocación. Fuera, el frío de la noche se fue
asomando a los cristales para hacerse presente. Las sombras cubrieron los
perfiles de los montes y el agua susurró complacencias. Las volutas ascendieron
en columnas caprichosas buscando el infinito mientras las luminarias celestes
parpadearon a su antojo. Quise adivinar guiños de complicidad desde los
silencios y abierta la noche tuve la constatación de haber pagado parte de la deuda
que le debía. Por eso, cada vez que lo sigo recorriendo, cada vez que sigo con la vista los rincones que nos crecieron,
cada vez que veo los postigos abiertos, sonrío y me digo que valió la pena. El
escenario de sueños nació para en él representar la más hermosa de las obras:
nuestra propia razón de ser. De ahí que cada dos de Febrero, cada vez que la tarde se aproxima, vuelvo a extender sobre mi memoria el “Sendero
de Versos” que lleva por nombre Enguídanos
y os aseguro que lo recorro feliz nuevamente para agradecerlo cuánto le debo.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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