Los miniconcursos
No hay manera de parar este
ciclón que intenta ofrecer como normal
lo que no lo es. Han ido rebajando la edad de las estrellas televisivas para
seguir acaparando parrillas de audiencias a costa de lo que sea necesario. De
modo que a mayor gloria de papás, mamás y demás componentes de la familia, se
presenta a la criatura al concurso de marras. Ya da lo mismo si es el cante, el
baile, o la gastronomía. La cuestión radica en que ese público que huía a otros quehaceres llegada la noche se siente
delante de los ídolos creados a su imagen y semejanza para creerse con posibilidades
de ser uno de ellos. Y mientras, desde el sofá parejo, los incitadores riendo
ante tal posibilidad. Igual a esa edad
se quedaron con ganas de ser estrellas y buscan en su reemplazo la culminación
de sus sueños. De nada les servirá que les recriminen por el incierto futuro de
sus hijos que tendrá dos vertientes por las que descender. Una, si es que ha
habido éxito, la fugacidad del mismo,
les abocará al olvido más pronto que tarde, por más que intenten mantenerse en
el candelero. Otra, si es que no les
acompañó la suerte, será la pendiente que les lleve a cargar sobre sus hombros
con la losa del perdedor que no cree merecer serlo. Sea cual sea la opción,
está más que claro el pago a desembolsar por participar en semejantes juegos.
Puede parecer hiperbólico este planteamiento pero la vida está llena de
juguetes rotos a los que poner nombre y apellidos. Muñecos de trapo que
llenaron los bolsillos de quienes le incitaron a tal anticipo de su edad
adulta y les robaron la niñez. Y todo justificado por
el triunfo que les hicieron creer perdurable. Es curiosa esta sociedad en la
que se penaliza el trabajo del menor en edad de formarse y se permite, alienta,
incentiva y aplaude semejante escaparate. Alguien, en alguna ocasión, a no
mucho tardar, debería recobrar la cordura y replantear el camino hacia el mundo
del adulto de estas criaturas a las que les han llenado la cabeza de pájaros
callándose impunemente cómo muere un ruiseñor.
Quizás si pudiesen ver el futuro de sus hijos anticipadamente meditarían sus decisiones por más
deseos de destacar que tuviesen. Seguro que antes de pensarlo ya habrán
preparado la merienda a los futuros chefs, trenzado los tirabuzones a las futuras
modelos, almidonado los vestidos a las futuras figuras del baile y calentado la
leche con galletas a las inmediatas cantantes. El éxito lo ven inminente y el
destino se lo debe .¡ Pobres ignorantes!; me refiero a los adultos, claro está.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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