martes, 24 de febrero de 2015


Punteo fino

Así que cuando ya dominábamos el vals de las mariposas, las mariposas bailarinas, los capullos premariposas y demás variaciones sobre el tema, el padre Francisco, habló con las monjas de Santa Ana para ver la posibilidad de ampliar repertorios. Genial, pensamos. Miércoles por la tarde estos aprendices de modernos cargaríamos con las guitarras y cruzaríamos el pueblo en busca de nuevos horizontes musicales. El enjambre de colegialas que se asomaban por las ventanas nos daba el acicate suficiente como  para esforzarnos en endurecer las yemas de nuestros dedos. Lo único que nos desalentó fue el comprobar cómo el repertorio se decantaba hacia los acordes sacros. “Ven, ven Señor, no tardes” o “Como brotes de olivo”, distaban mucho de las expectativas y si a esto le añadimos el nulo deseo de formar parte del coro dominical, pues el resultado fue el que fue. Guitarras con pegatinas que se  refugiaron en el rincón de clase a dormir el sueño de los justos a la espera de que alguien supiese de oído los acordes de T. Rex, Rollings, Beatles, etc, etc. Y mientras tanto, las mariposas de cuando en cuando regresaban a la rueda de Sol para purgarnos por el abandono. No recuerdo el nombre de todos aquellos incautos guitarristas pero el de Sáez me viene a la memoria por su finísimo sentido del humor, su ironía extrema, su timidez absoluta y su rechazo a los deportes. Ni siquiera él fue capaz de soportar el “Pange lingua”. No contento con tal fracaso, y a modo de contrición, la guitarra nacida en Casasimarro sigue ocupando un estante entre los estantes que el recuerdo se niega a mandar al baúl de lo perecedero. Sólo el hecho de sacarla de su funda de cuadros me reconforta mientras aquellos acordes de “Venus, la diosa que nació del mar” se empeñan en acompañarme.  Cursos después, el boom de Jesucristo Superstar  llegaría a nuestro entorno escolar y dejaría a las claras la posibilidad de dar vida en forma de ópera rock a la vida de Cristo. Monjas, Frailes e Instituto  contribuirían con los alumnos a tan magna representación. Todos, o mejor, casi todos los alumnos y alumnas participaron en la obra. Dejo a vuestro saber y entender la adivinanza de los que no. Seguro que las mariposas tuvieron la culpa, seguro. Porque si no es así  no se entendería cómo después de tantas monedas empleadas en las máquinas de disco de los recreativos fuimos incapaces de afinar una sola nota. Lo dicho, las mariposas y su vals, culpables. Menos mal que algunas alumnas de Santa Ana, en el festival navideño al que nos invitaban a asistir, lograron reconciliarnos al cantar el “Soy rebelde” desde las sillas alineadas a modo de revuelta estudiantil absolutamente increíble. El caso es que fingían creerse rebeldes mientras otra de ellas danzaba a ritmo de cisnes en el lago del escenario. Año tras año aquella rebeldía siguió siendo igual de dócil y los cisnes perpetuaron sus pasos a la par que las mallas menguaban.
Jesús(defrijan)

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