miércoles, 4 de febrero de 2015


       El sirtaki de Yanis Varoufakis

Ha nacido una estrella. Indiscutiblemente, desde la Grecia denostada por unos y encumbrada por otros, la estrella de este profeta dylaniano anuncia que los tiempos están cambiando. Y lo hace desde su chupa de cuero y su cabeza rapada desde la que trasmite una imagen más propia de guardaespaldas o de portero de discoteca que de experto economista como es. Ha entonado el sirtaki para que aquellos que ignoran los pasos que necesita bailar el vilipendiado comiencen a practicarlo.  Ha conseguido tomar el té como si estuviese en el salón  de una tía abuela que emigró a Albión hace años y a la que ha realizado una visita de cortesía. Seguro que el yogurt casero que le ofrecerá superará con creces el regusto de la infusión o el amargor de la cerveza  que contenga sabores nibelungos. Entre ambos parece que están repasando las peripecias de la familia que perdura más allá del Egeo mientras suenan las cinco en el reloj de pared. Un crack, sin duda. No se inmuta ni ante la presencia de las cámaras que diseccionarán cualquier detalle que le nazca ni ante los pulcros trajes que le prestarán oídos y negarán créditos. Él tiene claro el mensaje que aprendió de los romanos que buscaron la muerte de Viriato a manos de un traidor. Si Roma no pagó a traidores, Grecia no iba a actuar de modo distinto. ¿Alguien ignora en la rancia Europa que los helenos precedieron a los romanos? Si es así, siguen demostrando ser unos bárbaros a los que no merece la pena hacer caso. Este pueblo que encumbró a la Tragedia, ya tiene el cupo lleno y no está dispuesto a representar en vivo nuevas versiones potenciadas desde el Norte. Por eso, él,  Yanis el Magnifico, ha dejado sin patrón ni medidas al modisto alemán que tan sutiles trajes cose a  tan oronda Venus. Ha decidido que quienes cebaron la deuda carguen con ella y punto final. Por de pronto en su turné, a modo de estrella rockera, sigue cosechando simpatías y  sin duda seguidores. Ha abierto el foro de la Acrópolis a todo un Continente que contempla estupefacto cómo los desahuciados han alzado la voz y depositado su confianza en quienes les aseguraron esperanzas a rédito soportable. Y sí, seguro que sí, alguien en la Troika, ese tribunal inquisidor al servicio de los prestamistas, se está palpando la ropa. No midieron las consecuencias de su oprobio hacia los débiles y empiezan a entender que han perdido la mano del juego que ellos mismos promulgaron. Se ha roto la baraja y ahora quien reparte es un  “cabeza rapada” con tanto juicio como sentido común. En el mejor de los casos, estoy seguro que propondrá a los acreedores una liquidación de la deuda tal en la que los débiles  exijan el pago a los soberbios por haberles legado la raíz del  pensamiento. Estos de ahora sólo son los dueños del sufrimiento, eso sí, ajeno, y ya está liquidada tal deuda.      

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