sábado, 14 de febrero de 2015


  Las flechas de San Valentín

Pues nada, ya está aquí de nuevo, San Valentín. Y con él vendrán las colas en los restaurantes variopintos a los que dedicar cumplidamente las horas del romanticismo planificado. Y de sus alas lloverán pétalos de ilusiones que jurarán eternidad al amor por más modelos de caducidad que les rodeen. Y desde su arco, Cupido se empeñará en lanzar saetas hacia los corazones solitarios que sin permiso alguno las recibirán sorprendidos. Aquí la cuestión estriba en que este día, el Amor tenga un hueco al que subirse para mayor gloria de quienes lo disfrutan o sueñan disfrutarlo. No tiene cabida en esta  celebración el brasero de cenizas que el tiempo se encarga de esparcir sobre quienes se juraron perpetuidad e intensidad. Aquello ya es agua pasada y el tono gris amenaza con acabar en negro lo que nació azul. A lo peor es que aquel San Valentín pasado no destapó todas las cartas ante la candidez de los tortolitos que se prodigaron arrumacos. Igual decidió que la vida misma fuese la verdugo en su transitar del vuelo migratorio de las mariposas y se hizo a un lado. Si no fuese así no se explica el testimonio que muchos rostros anónimos esparcen tras una mirada torva, cansada, rendida, decepcionada. No es necesario buscar culpabilidades cuando la culpa quizás nació como cizaña entre las mieses  que se soñaban  lozanas y nadie se percató de la necesidad de eliminarlas. Se dejaron crecer y mandaron al calabozo del conformismo a la pasión, a la risa, a la alegría. Y entonces, para no reconocer deméritos, para que esa carga no mortifique, aprovechar este día de mediados de Febrero para poner un paño de alcohol al corazón no latiente, puede parecer una buena opción. Así que, Valentín, por favor, dile a Cupido que esta vez y las sucesivas veces, cuando descabalgue de su carcaj dorado las relucientes flechas, por más que la melodía que suene hable de disparar sin ver, que se fije bien. No vaya a ser que dentro de unos años  las cicatrices de aquel flechazo conviertan al iluso enamorado en una mala réplica de San Sebastián. Si así no lo haces, Valentín querido, el día de mañana te encontrarás con los reproches merecidos que por vergüenza callarán pero que serán imposibles de borrar de un rostro manifiestamente infeliz. Piénsalo bien y no te escudes tras los ramos de flores ni los regalos suntuosos que no hacen más que diluir el auténtico sentido del Amor.  

 

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