martes, 3 de febrero de 2015


      Para San Blas, las cigüeñas verás

Debe ser cierto el refrán porque ya los días empiezan a alargar sus luces y con ellas la llegada de la  Primavera se nos antoja inmediata. Las aves migratorias regresarán como de costumbre y vendrán acompañadas de las ilusiones sembradas  a la espera de florecer. El nuevo ciclo vital empezará por la palabra y a ella nos acogeremos pidiendo al santo protector de la misma fortaleza suficiente  como para poderla esculpir sin esquirlas, como cinceladas por la belleza de la pulcritud. En ellas, en las palabras, tanto calladas como dichas, nuestro aliento se vestirá de grafías a las que poner nombres y dedicatorias. Serán mecidas por las ilusiones que pautarán renglones sin márgenes en el cuaderno de la vida que nosotros mismos diseñamos. Un cuaderno en el que la portada hablará de quiénes somos y de cómo nos manifestamos ante los oídos ajenos. Habrá que leer con detenimiento los ritmos de los silencios para trazar las cursivas emociones que tímidamente renuncian a hacerse presentes. Serán momentos de duda aquellos en los que la razón competirá con la locura y el equilibrio será complicado de mantener. Guiones que no acaban de confeccionarse para la comedia de la vida en la que nosotros mismos actuamos a cada paso. Y todo habrá comenzado desde la palabra ´nacida del pensamiento, macerada en el corazón y espoleada desde la garganta por el santo Blas. Supongo que la constante ingesta anual de los ácimos en su honor tiene la culpa de que así sea. Aquellos que puntualmente me eran traídos por los brazos del cariño y las caricias de la fe. Podrán pasar de largo las cigüeñas para buscar otros nidos más apetecibles en los que enramarse; podrán seguir las escarchas negándose a abandonar a la estación del recogimiento para dar paso a la de la alegría; podrán brotar del alma las burbujas de las emociones que todo lo inundarán con el transcurso de los meses; sin embargo, nunca, por más que se empeñen, serán capaces de enmudecer a nadie que haya sido capaz de probar los panecillos que esta tarde , como todas las tardes de todos los treses de Febrero, serán repartidos para alentar a los dudosos que no se atreven a hacer oír su voz y purgan las consecuencias. Sea como sea, si los restos de la gripe me dan una tregua, volveré a recogerlos para cuando me sean necesarios porque no hay nada que ahogue más que las palabras no dichas.        

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