La letra manuscrita
Es curioso que a estas alturas
del avance tecnológico nadie haya sido
capaz de sacar al mercado una aplicación que te permita utilizar tu propia grafía.
Me explicaré. No una que sea capaz de fotografiar tu manuscrito, que esa ya
existe, sino una que sea capaz de pasar a letra de imprenta la tuya. O igual
existe y la desconozco. La cuestión estriba en que algo tan personal como tu grafía
se tiene que someter al patrón que te marquen por muy extenso que sea. Entonces
el hecho diferenciador desaparece y la uniformidad se impone como en casi todo
lo que nos rodea. Igual que la sastrería a medida fue dejando paso a la
confección en serie, el manuscrito se ve sometido al modelo y eso le resta
autenticidad desde mi punto de vista. No se trata de que sea absolutamente
imprescindible dejar la huella que tus dedos dispongan para dar testimonio de
que nacieron de ti y no necesitan intermediarios. Se trata de poner la firma
que por sí misma será la rúbrica a lo que tu sentimiento redacta. No en balde la
aparición de apuntes perdidos en blocs descoloridos provoca una euforia
altamente comprensible en quienes los sacan a la luz. Sería altamente
gratificante la posibilidad de perdurar en los cajones del recuerdo acompañado
de tu letra que tanto dice de ti. Recuerdo los primeros ensayos de firmas en
los que intentaba imitar las de los mayores. Aquellos bocetos fueron dando paso
a las sucesivas manifestaciones en las que un grafólogo descubriría más de lo
que nos imaginamos. Quizás saliesen a la luz secretos guardados tras los barrotes
de la vergüenza custodiados con los cerrojos de la timidez. Aquellas cartas de
amor, aquellos primeros versos, aquellas dedicatorias, no serían igual de
sinceras si se hubiesen parido desde la linotipia. Hagan el favor, mentes
privilegiadas, si aún no lo tienen en vistas, de poner en circulación semejante utensilio. No sólo porque la conmemoración
del día del amor está próxima, sino porque nada hay más triste que ver moldeada
la pasión que nacieron de tus yemas para ser cocida en el horno de la
uniformidad en la que se diluye su esencia. Cuando lo tengan, por favor no
demoren el hecho de hacérmelo saber. Ya me encargaré de disculparme ante las
teclas por el abandono y seguro que ellas entienden mis razones.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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