Las normas de La Pizarra
Ya su sola mención me produce un cierto sarpullido en el
alma. Será porque llevan implícitas el coartar la libertad de expresión y
parten de la advertencia para que te andes con ojo. No, no es de mayor agrado
el tenerlas que redactar. Quizá porque en el fondo cierto regusto a saltárselas
siempre es bienvenido. Es algo así como cuando te sorprendían con las manos en
la masa y negabas que en tus manos estuviese dicha masa. Esta situación hacía
más apetecible el volver a probar para ver si esta vez te librabas de la captura.
Por eso, insisto, no es que las adore. Pero hay veces en que llega a hacerse
presente la necesidad de las mismas y a pesar de todo debo claudicar. Para los
más veteranos no será necesario recordarles que La Pizarra nació con el único
fin de exponer emociones en forma de poemas o relatos. De hecho, recordad cómo
fueron eliminados aquellos indeseables que llegaron sin invitación a modo de
tele vendedores de créditos que no hacían más que ocupar un aula que no les
correspondía. Sin llegar a esos extremos, no dejan de sorprenderme las
acusaciones públicas que en nada colaboran al buen ambiente en este grupo. Es
evidente que no podemos caer bien a todo el mundo, ni que todo el mundo nos
puede aceptar de buen grado. De hecho, yo mismo fui reprendido en un grupo en
el que las normas dictaban un modo de redacción que según ellos no cumplía.
Pues abandoné y a otra cosa. Ni hubo necesidad de alzar la voz, ni fueron
necesarias más advertencias. El derecho de admisión requería cumplirlas y a mí
no me apetecía tal sometimiento. Me parece innecesario recordar las que sin
estar escritas en La Pizarra, se dan por sobreentendidas. Por eso mismo, amigos
y amigas, solicito que si existe alguna divergencia personal, se solucione o se
intente solucionar en el ámbito privado. No es necesaria ni la descalificación,
ni la ofensa, ni la punzada, ni nada que supere el nivel de concordia literaria
exigible en un grupo como este. Para esto se creó y para esto merece la pena su
existencia. Caso de no ver que el espíritu se mantiene, reconoceré mi
equivocación y quizás no debería continuar como grupo. Pasaron los tiempos
aquellos en los que las normas se dictaban para ser cumplidas a rajatabla. Pero
perduran los tiempos en los que la corrección en la convivencia se hace incuestionable.
Sé que estaréis de acuerdo con estos postulados y a tal fin os conmino a
respetarlos siempre. Que sigan fluyendo versos, prosas y cualquier motivo
literario que nos haga felicitarnos por ser pizarristas. Gracias a todos por entenderlo.
Jesús
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